Los 58 ucranianos acogidos en el Seminario Menor recibirán la visita de la Policía Nacional para informarles sobre los trámites para legalizar su situación
24 mar 2022 . Actualizado a las 17:13 h.Neyla Yamnuk tiene 34 años y una sonrisa tierna que tranquiliza. Es mano de santo para su inquieta prole: los gemelos de diez meses, una niña de tres años, otro de cinco y el mayor de nueve. Conmueve ver cómo es capaz de desplegar una inmensa paciencia y ocultar la tristeza que sí reflejan sus ojos mientras mira de refilón su móvil y los pequeños juegan ante la fachada del Seminario Menor de Ourense. Este es su nuevo hogar desde la madrugada del domingo. Llegó acompañada de otros 57 refugiados ucranianos, mujeres y niños, como parte del contingente rescatado en el país invadido por Putin por la expedición SOS Ternópil Galitzia. «Nos están tratando muy bien. No me esperaba esta bienvenida y el lugar es perfecto, pero echo de menos mi casa. En realidad no sé si todavía tengo casa. Antes de marcharnos oímos que caían bombas cerca», narra.
Ella residía cerca de Ternópil y ese sonido de las explosiones más próximas que nunca fue lo que la animó a tomar una decisión. «Tenía que salvar a mis hijos. Mis padres no quisieron dejar su casa. La hicieron con sus propias manos y no querían abandonarla», narra incapaz de contener las lágrimas. Lo supera rápido. Sus hijos la están mirando y es obvio que no quiere que la vean llorar.
Cuando se le pregunta si no tuvo miedo en iniciar un camino tan incierto con cinco niños pequeños, ella es tajante: «Hay que ser fuertes. Tengo mucha pena, sí, pero miedo solo tuve antes de decidirme. En cuanto te pones en marcha ya no hay tiempo para el miedo», cuenta. Ahora espera poder reunirse con su marido, que también está en España. Trabaja desde hace pocos meses en Valencia. «Vendrá a vernos. Nosotros ahora aún no podemos irnos porque el está con más gente y comparte piso y no hay espacio para todos», cuenta.
Otros refugiados que llegaron con ella, sin embargo, ya han partido hacia otros destinos —como un joven de 14 años con familia en Barcelona y que viaja, según explicaron los organizadores del proyecto, acompañado de uno de los chóferes de la expedición— o lo harán en las próximas horas. Hay una mujer que se trasladará a Sevilla y tres que serán realojadas en Trives. Esta localidad ourensana, junto a San Xoán de Río, acoge a otros 38 ucranianos que también viajaron con el proyecto SOS Ternópil Galitzia que pusieron en marcha un grupo de amigos ourensanos.
Al contrario de Neyla, Tania Mosiukur no tiene ningún referente en este país. Solo sueña con que la guerra pare para regresar cuanto antes junto a su hijo, ya adulto, que se quedó con su familia. «Estoy muy agradecida a España, pero me siento vacía por dentro», se sinceraba esta contable que residía en la ciudad de Dnipró. «Lo que se vive allí es horrible. No se puede describir con palabras», añadía. En Ourense no está sola. También viajaron su hermana y su sobrino de 16 años, pero sus pensamientos están con los que quedaron allá. Su miedo, compartido también por Nayla, es que los rumores sobre que los rusos van a utilizar armas químicas contra la población se confirmen.
Cuentan que en el seminario todo está perfecto. «Sería estupendo si este fuese un viaje de vacaciones», reflexiona Tania. En el centro educativo se esfuerzan al máximo para que estas primeras horas de adaptación vayan lo mejor posible. De hecho se ha establecido con el antiguo internado y la casa de ejercicios una especie de macrohogar, una zona propia para ellos, con sus comedores, salones, incluso patios y un lugar para que puedan conectarse con sus familias.
Los organizadores del proyecto SOS Ternópil Galicia siguen presentando apoyo a los refugiados que viajaron con ellos, especialmente en lo referido a los trámites que necesitan cumplimentar los recien llegados para poder acceder a la figura de protección internacional temporal. Apuntan que este martes serán visitados por miembros de la Comisaría de Policía de Ourense para facilitarles toda la información que necesitan sobre los trámites para legalizar su situación en España. Y en las primeras jornadas varios médicos y enfermeras se han pasado por el Seminario de forma voluntaria para atender a algunos de los viajeros con problemas de salud derivados de largo desplazamiento. También acudieron pediatras y psicólogos». Todos se han echo un test de antígenos «y todos dieron negativo, aunque habrá que repetirlo en unos días porque venían de un país en guerra y no tenían ya mascarillas», explica la enfermera Sara Gil, que formó parte de la organización de esta expedición que, además de rescatar a los refugiados, también dejó 30 toneladas de ayuda humanitaria en el país en guerra.
«Nós non nos podemos convertir nunha oenegé, nin o pretendemos nin o pretendimos nunca. España ten afortunadamente un voluntariado excepcional e organizacións que saben facer moi ben o seu traballo, as cales nós non queremos sustituir. Só pretendimos ocupar un espazo sin estorbar a ninguén». Con estas palabras descartaba Amadino Pereira, portavoz de SOS Ternópil Galitzia, que se fuese a organizar una segunda expedición durante su comparecencia en rueda de prensa para dar cuenta del desarrollo de esta iniciativa. «O noso obxectivo está cumprido», señaló Pereira que matizó que el proyecto sigue funcionando para mantener el apoyo a quienes viajaron con ellos, acompañándolos durante el proceso de adaptación y facilitándoles la información que necesitan (han incluso traducido su página web para que los refugiados puedan consultar ahí cuestiones que les interesan) para regularizar su situación. Recordó que ese grupo de amigos que se sintieron sensibilizados con lo que estaba ocurriendo en Ucrania tan solo quisieron aportar su granito de arena para ayudar y acabaron poniendo en marcha la que hasta el momento ha sido la mayor expedición fletada desde Ourense. Junto a él, Manuela Seguín, Sara Gil, Andoni Antruejo y Eva González, daban ayer las gracias a todos los que se fueron sumando a la idea inicial haciéndola cada vez más grande, a quienes ayudaron desde muy diversos aspectos y a la solidaridad de los ourensanos que aportaron sus donaciones. «Sabíamos dende o principio que era unha mala idea no sentido en de que todo se podía complicar», reconocía Amadino Pereira que narró los diversos problemas a los que se fue enfrentando la expedición desde que arrancó de las naves de Legufrut en el polígono de San Cibrao das Viñas, hasta que de nuevo regresó a ese lugar ya con los 96 refugiados en los dos autobuses fletados. Problemas que originaron retrasos, como los atascos cerca de París o el pinchazo de una rueda, y otros que generaron inconvenientes mucho más complejos, como los ocurridos tras decidir cruzar la frontera desde Polonia a Ucrania para evitar que las familias que les esperaban siguieran pasando frío y acumulando cansancio dentro del territorio en guerra.
Otro convoy
También este lunes salía un nuevo camión con la solidaridad ourensana. Son 23 toneladas de ayuda que se cargaron en el parque da maquinaria que la Diputación de Ourense ha convertido en centro logístico y recalarán en el punto fronterizo de Przemysl, entre Polonia y Ucrania. Se trata del material recogido con apoyo del Concello de Ourense para la asociación gallega AGA Ucraína, cuyo transporte financian Afundación y Abanca.
Por cierto que la Diputación de Ourense se ha comprometido a asumir los gastos de la expedición liderada por el alcalde de Maceda, Rubén Quintas, que llevó material humanitario a la frontera entre Ucrania y Polonia y regresó con una veintena de refugiados, nueve niños con sus madres, que ya han cumplido su primera semana en tierras ournsanas. El regidor agradecio la impicación de la entidad provincial y destacó que el presidente José Manuel Baltar «estuvo pendente deste convoy dende o minuto un, colaborando e atento para que todo saíse ben»