La fascinante voz de Hugo

Tareixa Taboada OURENSE

OURENSE

MIGUEL VILLAR

Hugo Yánez versiona la obra de Francis Bacon con la mirada de un niño

25 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

«De modo que ella, sentada con los ojos cerrados, casi se creía en el País de las Maravillas aunque sabía que solo tenía que abrirlos para que todo se transformara en obtusa realidad». Lewis Carroll.

El Espacio de Arte del diseñador Roberto Verino, acoge la exposición My Selfie, a través de la que Hugo Yánez revisa e interpreta la obra del artista Francis Bacon desde los ojos de un niño y con la caligrafía artística de un creador. Hugo, además de futbolista y artista y otras muchas características que lo hacen único y especial, padece a sus 8 años, la enfermedad de Dent, una dolencia rara que perjudica severamente la función de sus riñones. Se calcula que en toda España habrá unas 40 personas afectadas por esta enfermedad genética que causa insuficiencia renal y es, de momento, incurable.

Una de las formas de expresarse de Hugo, es a través de la pintura con una visión personal y una interpretación marcadamente lúcida de la obra de uno de los artistas más emblemáticos, encriptados, sórdidos, idiosincráticos, maniáticos, trágicos, autodestructivos, obsesivos, crueles, infinitos y geniales como fue el sobrehumano Francis Bacon. Letanía de la tragedia contemporánea. Estilete de la angustia dulcificado por la mano inocente y transgresora del pequeño Hugo, por una sensibilidad capaz de cuestionarse y aproximarse a la obra del creador irlandés, dando piruetas entre la figuración y la desfiguración sobre formas distorsionadas como espejos deformantes de circo. Espejos que proyectan el esperpento convertido en realidad transformada en ambigüedades en el plano intencional, multiuniversos dentro de una estructura existencialista de hipertrofia figurativa que juega tanto con el sueño como con la pesadilla. Sorprende la sensibilidad del pequeño Hugo, capaz de expresarse con el lenguaje plástico de un adulto, tan inusual que desvela una visión lacerante de las pulsiones humanas y una iconografía rayana a una sordidez exultante de energía y provocación y a la vez la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano.

El joven creativo revisa el tríptico de Bacon Tres estudios para una crucifixión, (1962, S. R. Guggenheim Museum, NY) bajo el título: La enfermedad naranja. Gran formato del año 2020, momento en el que durante y tras el confinamiento, surgió el proyecto Art For Dent, una serie plástica de aproximadamente 17 cuadros que, aunque no están a la venta, consiguen, a través de las itinerancias expositivas, dar a conocer y visibilizar esta enfermedad con la colaboración de Reizentolo en la venta de productos solidarios como camisetas, tazas o mascarillas con la impresión de sus obras. Con esas ventas se logra financiación para la investigación de la enfermedad que se realiza en el Hospital Vall d´Hebrón, proyecto al que se suma el diseñador Roberto Verino colaborando con la venta de un magnífico fular para contribuir a sufragar los gastos de investigación de Nefrochus, laboratorio de genética de las enfermedades renales hereditarias del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela.

La enfermedad naranja, como su obra inspiradora Tres estudios para una crucifixión, trasladan la angustia desde la masa figurativa antropomorfa, metáfora del sufrimiento humano tan carnal como res descuartizada. Crucifixión laica, exhibición del dolor como elemento físico en el vitalismo monocromático de naranjas y rojos del fondo de los tres paneles que se expande por el espacio cilíndrico que ocupan como rotundas presencias las figuras dispuestas en primer plano, opuestas y proyectadas. En el panel central, la cama, símbolo de dolor y pasión, enfermedad y miedo, a la izquierda dos hombres aparentemente situados en una carnicería, o vistos por el espectador convertido en paciente y en el derecho la crucifixión laica, compulsiva y transgresora.

Sorprende la potencia expresiva y visceral, la agudeza gestual que consigue en la distorsión de las formas. Pepe, entre la disolución y el movimiento, su fascinación radica en su vulnerabilidad.

Otra de las obras que interpreta acertadamente es uno de los paneles del tríptico Tres estudios para un retrato de George Dyler, en el que el artista Francis Bacon pintó, con cierto remordimiento por su muerte, al que había sido su amante. En estas obras, Hugo alcanza un gran nivel de abstracción a través de la fragmentación de formas seccionadas que trasladan emociones con una sensibilidad imbricada en una serie de impulsos gestuales y afectos, un vitalismo tenaz y la maravillosa inocencia y ternura de una cartografía sentimental en proceso.