Abril y mayo son meses de sensaciones enfrentadas para los que transitamos por el mundo del fútbol. Ascensos, descensos y otras cuestiones trascendentes. Y si regresamos al año 2014, a más de un ourensanista se le encogerá el corazón con el recuerdo.
Algo se palpaba en el ambiente en plena montaña rusa emocional. Era un temor, más que un pálpito, porque la situación económica —muchas veces precaria— del Club Deportivo Ourense parecía esa vez más caótica. Aún así, el equipo entrenado por Luisito —con una sensible lista de impagos a sus espaldas— aseguraba su permanencia sin agobios e incluso daba la impresión de poder escalar cotas más altas. De hecho, se alzó con la Copa Federación, ante el Guadalajara, tras mostrar entre aplausos una pancarta con el lema Engañados y abandonados, lo que provocó abucheos a directivos y federativos, incluido el mismo José Ángel Villar. Un mes después, los vermellos volvieron a ganar 3-0 a la SD Logroñés, cerrando octavos el atípico curso liguero. No queríamos creerlo, pero efectivamente fue el último partido de un periplo de más de seis décadas.
En la grada de O Couto nació la UD Ourense para guardar ese legado, con socios, jugadores y rectores orgullosos de ese sentimiento. En solo nueve temporadas vivieron una retahíla de ascensos desde el sótano del fútbol provincial y tuvieron tiempo para apechugar con un descenso. Ahora, están a las puertas de lo más parecido a aquella Segunda B de entonces. Curioso, frente al Arousa de Luisito. Los círculos de un ourensanismo que tiene a los jóvenes Jorge De Dios y Toni Álvarez en su banquillo. Será por años.