Conoce Ourense: Chandrexa de Queixa, un paisaje dibujado por montañas y agua

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Santi M. Amil

La localidad ourensana permite disfrutar de la naturaleza en estado puro, huyendo del ruido

28 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Chandrexa es el corazón del macizo central. Es montaña, la que dibujan los picos de la serra de Queixa, que llegan a los 1.700 metros de altitud; y también agua, con las cascadas, los ríos y el embalse, que marcan el paisaje de la localidad. Son 172 kilómetros cuadrados (muchos de ellos protegidos por Red Natura) en un municipio con 498 vecinos, lo que lo convierte en el lugar ideal para aquellos que quieran caminar lejos del ruido y del tráfico. Aquí no hay atascos ni aglomeraciones. Y sí mucha naturaleza, mucha paz y muchas opciones deportivas.

El embalse de Chandrexa marca el paisaje de la localidad.
El embalse de Chandrexa marca el paisaje de la localidad. Santi M. Amil

Las posibilidades del embalse

El embalse de Chandrexa no es un elemento natural, pero se ha convertido ya en parte del paisaje. Construido en 1953, bajo sus aguas quedaron sumergidas algunas aldeas, que dejan ver parte de sus viejas construcciones cuando está bajo el caudal de la presa en el río Navea. Puede rodearse siguiendo una serpenteante carretera no apta para los que se marean con las curvas o no gustan de las pistas estrechas. En todo caso, el paseo permite disfrutar de unas impresionantes vistas y también cruzar sobre la propia presa, una imponente mole de hormigón de más de 230 metros de longitud. Merece la pena aparcar en uno de los lados (hay zona para hacerlo) y caminar hasta la mitad de la construcción para disfrutar de los cañones del Navea que se abren del otro lado. De una parte, la gran masa de agua; de la otra, el río estrangulado y abriéndose camino entre las escarpadas montañas.

En la cola del embalse se puede disfrutar de las actividades náuticas. Para quien no tenga material, es posible alquilar kayaks en Casa Cardiego, el restaurante a pie del embalse en Celeiros. El paseo permitirá acercarse a la otra orilla y ver alguna construcción sumergida mientras desde las riberas los pescadores tratan de buscar suerte con la caña.

Molinos a la entrada de Casteloais.
Molinos a la entrada de Casteloais. Santi M. Amil

Molinos abandonados

El agua es parte fundamental de Chandrexa, marcando el paisaje. Porque por la localidad discurren varios ríos: además del Navea destacan Requeixo, Dorelle y Queixa. Esta confluencia de ríos propició la construcción de numerosos molinos. Algunos todavía se conservan, aunque están abandonados, como los que pueden verse aún en pie en la entrada del pueblo de Casteloais. Un espectáculo estos días de mucha agua, por la presencia de cascadas.

Iglesia de San Martiño en Celeiros.
Iglesia de San Martiño en Celeiros. Santi M. Amil

El puente de Previsa

En el lugar de Previsa, en la parroquia de Casteligo, el agua vuelve a ser protagonista. Aunque en este punto lo importante no está tanto en el cauce como sobre él. Merece visita el puente, una construcción que salva el río con una sola losa de unos tres metros que reposa sobre unas bases de sillares irregulares. Está en la carretera hacia la estación de esquí de Manzaneda.

Aldea de O Candedo, con la iglesia de Santa María y el embalse de Chandrexa al fondo.
Aldea de O Candedo, con la iglesia de Santa María y el embalse de Chandrexa al fondo. Santi M. Amil

Miradores y senderismo

Sin duda, Chandrexa invita a conocerla caminando. Hay varias rutas de senderismo señalizadas para disfrutar del aire puro. Una de ellas sale de Requeixo, una pequeña aldea situada a 1.200 metros de altitud sobre el nivel del mar para ascender hasta el pico O Seixo, a más de 1.700. Son 14 kilómetros entre la idea y la vuelta, no apta para todos los públicos. Se precisa cierta preparación o al menos la conciencia de que serán unas seis horas caminando, con tramos de fuerte pendiente. A cambio, ofrece las vistas al valle glaciar de As Forcadas y la panorámica del Mirador das Estrelas, un lugar perfecto para disfrutar del cielo en una noche sin nubes. Eso sí, hay que abrigarse.