María Jesús Pazos, auxiliar de enfermería durante casi tres décadas: «En el trabajo sanitario lo principal es empatizar con el paciente»

Fina Ulloa
fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

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María Jesús en uno de sus rincones preferidos del jardín del Posío
María Jesús en uno de sus rincones preferidos del jardín del Posío MIGUEL VILLAR

Esta ourensana se conoce al dedillo los servicios sanitarios de la provincia. Ejerció en varios centros de salud y en casi todos los hospitales

14 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Llegué con algo de retraso a mi profesión pero la he disfrutado hasta el último día y he sido feliz en mi trabajo», dice María Jesús Pazos cuando explica que firmó su primer contrato como técnico en cuidados de enfermería con 37 años. No fue su primer trabajo. Antes estuvo en una empresa de transporte urgente haciendo labores de oficina. Pero se quedó en paro y decidió reinventarse. «Me encontré con 34 años metida en casa, con los niños ya crecidos que me necesitaban cada vez menos. Ya no había que llevarlos e ir a buscarlos al cole como cuando eran pequeños, así que decidí ponerme a estudiar algo que ya me atraía: ser sanitaria», cuenta.

Lo consiguió. Su primer trabajo como TCAE (Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería) fue en 1995. «Entré en traumatología, en el que entonces era el Hospital Provincial de Ourense, antes de que pasase a llamarse Santa María Nai y depender del Sergas», recuerda. Pero no se quedó mucho tiempo allí. De hecho resulta llamativa la cantidad de destinos que ha tenido. Hasta su jubilación en el 2023, esta ourensana recorrió buena parte del tejido sanitario de la provincia. Trabajó en hospitales —en todos menos el de Valdeorras— y en atención primaria. «Tengo anécdotas para escribir un libro y de todos los lugares guardo buenos recuerdos», dice antes de empezar a repasar destinos: «Estuve en Verín, tanto en el hospital como en el centro de salud, también en Celanova y Bande, en Maceda, Trives, Castro Caldelas y O Carballiño».

El listado de servicios en los que trabajó es incluso más extenso: «Estuve en neonatos, en lactantes, en trauma, en urología, en oncología, en medicina interna, trabajé en quirófanos, en uci, en urgencias, en psiquiatría...». No es de extrañar que le cueste decidir cuándo se le pregunta dónde se encontró más cómoda. «Mi trabajo me gustó siempre, aunque quizá elegiría urgencias», responde finalmente. «Sé que puede sorprender porque a ese servicio la gente llega en un momento en que se siente muy mal y está muy estresada. También es estresante para el trabajador. Pero hay una ventaja: no le coges cariño a las personas porque no te da tiempo», explica.

Curiosamente, cuando se le pregunta por el servicio que mejor sabor de boca le ha dejado cita su último destino: psiquiatría, en el hospital de Piñor. «Es todo lo contrario a urgencias. Ahí sí le coges cariño a los pacientes porque las estancias son largas. Estuve los últimos nueve años de mi vida laboral en lo que ahora creo que llaman Continuidad de Cuidados. Hay crónicos que ya vinieron cuando se trasladó a la gente desde Toén. Cuando convives tanto tiempo a diario la implicación emocional es inevitable», reflexiona. De hecho, confiesa que aún se acuerda de esos pacientes y sigue preguntando por ellos cuando se encuentra a alguna compañera. «Yo tuve que aprender a controlar las emociones tanto en psiquiatría como en oncología. Al principio te cuesta enfrentarte a esas situaciones en las que piensas que la vida puede ser muy injusta», reflexiona.

También elige el hospital de Piñor cuando se le pide que se quede con un centro de trabajo. «Estuve dos veces. La primera cuando allí estaba Medicina Interna y ya entonces me gustó. Tiene un entorno verde magnífico y es un centro en el que te sientes como más en familia. Eso quizá es algo que se pierde en los hospitales más grandes», apunta. También opina que la tecnología, que ha aportado en los últimos años múltiples ventajas a la asistencia sanitaria, impone pautas de trabajo más impersonales. «Yo noto que ahora vamos más como robotizados y perdemos el factor humano. Quizá no tengamos el suficiente tiempo para dedicarle a cada persona, pero en el trabajo sanitario lo principal es empatizar con el paciente. A veces no nos damos cuenta del estrés que sufre una persona que tiene que ir a un hospital. A lo mejor lo que tiene no es gravísimo, igual lo que le lleva allí al final es nada, pero no lo sabe y el miedo y el hecho de estar allí genera una ansiedad enorme», dice.

Pero María Jesús también nota que los pacientes han cambiado. «Por desgracia cada vez hay más agresiones al personal sanitario. Eso no tiene justificación, no es normal que alguien te falte al respeto. Todos sabemos mucho de nuestros derechos pero las obligaciones no las sabe nadie», concluye.

«Cuando tienes una empresa las preocupaciones se van contigo a casa»

María Jesús siempre ha sido una persona inquieta. Aún trabajando en la sanidad pública tuvo una incursión en el sector privado. Montó con una socia una firma de ayuda a domicilio y una vivienda comunitaria para mayores. «Aguanté unos cinco años. Lo dejé porque me di cuenta de que no podía seguir atendiendo a todo: llevar una casa con hijos, el trabajo en el Sergas y en la empresa era mucho para mí porque cuando tienes un negocio propio las preocupaciones siguen después de la jornada laboral y se van contigo a casa», narra.

También como jubilada es hiperactiva. «Yo no me aburro nunca. No soy cuidadora pero ejerzo de abuela con mis dos nietos, me he vuelto agricultora, me gusta leer y coser, voy al cine y al gimnasio y ahora que también mi marido está jubilado aprovechamos para viajar más, porque nos gusta a los dos», relata.

Quién es.

  • DNI. Nació en el año 1958 en la localidad de Pazos de Soutopenedo, en San Cibrao das Viñas. Estudió en el Otero Pedrayo y trabajó como administrativa antes de conseguir el título de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería, profesión que empezó a ejercer con 37 años y hasta su jubilación.
  • Su rincón. El jardín del Posío de la ciudad de As Burgas está ligado a sus recuerdos de vida. En él merendó y jugó de niña, disfrutó de los primeros conciertos siendo adolescente y de las primeras verbenas de juventud. Fundó su hogar en una de las calles que se asoman a este espacio verde que fue también parque de juegos para sus dos hijos.