El New York Times pidió a Biden que se echara a un lado a la vista de lo ocurrido en el debate con Trump. De pronto ya no está en condiciones, y eso que semanas antes se habían despachado contra los bulos y vídeos falsos sobre la decrepitud del presidente. Una manifestación más del extraño sobresalto de los demócratas, porque ¿desconocían realmente que Biden andaba mal, pese a que todo el mundo hablaba del asunto ya desde la campaña de las anteriores presidenciales? O el Times y el Partido Demócrata son muy lerdos o ¿a qué juegan?
También esta semana concluimos que se dilapidaron solos en amiguetes y juergas casi setecientos millones de euros destinados a trabajadores andaluces. Resulta que nadie los robó, pese a tantísimas evidencias. Relacionar este fenómeno casi mágico con la presencia de una mayoría socialista en el Tribunal Constitucional constituye, por lo visto, una falta de respeto y manifiesta, dicen, el modo de actuar de la máquina del fango. ¿Queda algún ser racional que se trague tal disparate?
Por si acaso, han decidido regenerar, volver a generar lo de Franco y sus leyes de prensa. En aquellos tiempos la gente tampoco creía muchas cosas, pero el Régimen decidía en qué podían no creer, porque lo demás ni existía. Este vino censor marida bien con las carnes rojas de la pornografía, para la que nos recetan otra cartilla de racionamiento: permitirán treinta visitas al mes a esas páginas ciertamente degradantes: una al día, con la excusa de proteger a los niños. Si les dejamos, mañana harán lo mismo con el tabaco, el juego, el fútbol, los libros, el agua caliente y la gasolina. Luego endurecerán la dieta: una dosis cada dos días, cada tres, cada semana. Hasta la sumisión feliz.