Padre e hijo niegan en Ourense la venta de droga en un piso con un gran trasiego de consumidores y justifican no tener un medio de vida: «Me mantiene mi mamá»

Marta Vázquez Fernández
M. Vázquez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Los dos acusados, padre e hijo, durante el juicio en Ourense
Los dos acusados, padre e hijo, durante el juicio en Ourense MIGUEL VILLAR

El fiscal pide cuatro años de cárcel para los sospechosos, de origen dominicano, y pide que sean expulsados del país

27 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La tranquilidad de los vecinos del barrio ourensano de A Follateira se vio interrumpida en los primeros meses del año 2023 con la llegada de nuevos residentes a una casa unifamiliar situada en la calle Nogueira de Ramuín. Empezaron a observar un trasiego de personas que acudían al primer piso de la vivienda y no les pasó por alto su condición de drogodependientes. Mediante cartas y llamadas alertaron a la comisaría de Policía Nacional y los integrantes del grupo de estupefacientes pusieron en marcha una discreta vigilancia en la zona. «Observamos un trajín continuo en la casa situada al final de la calle, entre cinco y diez personas cada hora», constató este jueves en la sala de vistas de la Audiencia Provincial de Ourense el responsable del grupo que participó en este dispositivo. No tardaron en comprobar que muchos de los que salían de la vivienda habían comprado droga y en junio pidieron al juzgado una orden para entrar.

Allí dentro residían Blademil H. M. y su hijo Kendry H. V., ambos de origen dominicano, que fueron detenidos y ahora responden por un delito de tráfico de drogas por el que se piden penas de cuatro años de cárcel. Aunque ninguno de los dos reconoce dedicarse al negocio del trapicheo, por el que se han visto involucrados en operaciones posteriores pendientes de juicio, el agente que dirigió aquel dispositivo aseguró que el más mayor de los acusados llegó a realizar una velada confesión. «Nos dijo que ellos nunca dormían en casa con la droga, que no eran tan tontos como los españoles», aseguró el funcionario, protegido por un biombo para no ser identificado por los sospechosos.

Aquella afirmación, y la presencia en la cocina de una azada, les llevó a pensar que la sustancia ilegal podría encontrarse en otra parte e inspeccionaron un jardín en el que no había labranza alguna. «Vimos tierra removida y una bolsa de plástico», continuó el funcionario. Solicitaron entonces una ampliación de la orden y, en cuanto la obtuvieron, desenterraron un paquete con 70 gramos de cocaína que, en el mercado, hubiesen alcanzado un valor de 17.000 euros.

Todos los agentes aseguraron que los clientes acudían siempre a la vivienda de los dominicanos, no a la del piso de abajo, y les atribuyen el negocio de la venta de droga como medio de vida, ya que no se les conoce ninguna otra ocupación, pero ellos tienen una explicación. Al menos el más joven de los sospechosos, Kendry, que admitió que lleva dos años en España y que nunca ha tenido ningún trabajo. «Me mantiene mi mamá», declaró, echándole además un cable a su padre al decir que se gana la vida haciendo «cualquier trabajito». A este último a punto estuvo la presidenta del tribunal de echarlo de la sala de vistas, por su inadecuado comportamiento.

«Esta operación no fue fruto de la casualidad», dijo el fiscal en sus conclusiones, reprochando a los acusados creerse impunes para delinquir en España «porque creen que no les va a pasar nada». Es por ello que reclama que, en caso de condena, sean expulsados del país cuando cumplan una parte de la pena, considerando que existen pruebas suficientes para demostrar que la droga del jardín era suya.

Pero las defensas creen que el caso está desprovisto de pruebas y aspiran a la libre absolución de los dos acusados. Se da la circunstancia de que ambos responderán en unos meses por su presunta relación con una narcocasa desactivada en As Eiroás en enero del 2024. Además, a Kendry lo arrestaron hace apenas dos semanas en otra operación antidroga, junto con su hermano.