






Hace un año, cuando fui a Laias para cubrir un entrenamiento de Antía Jácome, no imaginaba que aquel viaje al río Miño me regalaría otra historia. Entre las paladas constantes y el sonido del agua, conocí a dos jóvenes que entonces soñaban en silencio con la medalla olímpica en París 2024: Diego Domínguez y Joan Antoni Moreno. Hoy, apenas 10 meses después, esos sueños llevan colgada una medalla olímpica. Los he vuelto a encontrar en el mismo lugar donde empezó todo, en Laias, entrenando su C2 500 como si París 2024 no hubiese pasado, como si el deseo por esa medalla, todavía estuviera por conquistar. Los veo deslizarse sobre el agua con una coordinación casi perfecta, donde no hay espacio para el error. Cada brazada es precisión, cada mirada, cada consejo que les da su entrenador: Kiko Martín. Se conocen, se entienden y, sobre todo, se empujan uno al otro hacia nuevos límites. El río Miño los acoge como un viejo amigo, testigo silencioso de las horas infinitas de esfuerzo. Al tiempo que estoy escribiendo esto, acaban de pasar a las finales del ICF World Championship en Milano. Así que, desde el pasado, cuando salga esto, deseo que cuenten con ese oro que se merecen.