







Durante los incendios que asolaron la provincia este verano, el pabellón de Oira dejó de ser un espacio deportivo para convertirse en un campamento militar. Allí se instalaron los efectivos que llegaron para reforzar las labores de extinción y apoyar a los equipos que ya trabajaban sobre el terreno. El recinto se adaptó con rapidez: zonas de descanso y áreas de coordinación ocuparon cada rincón, creando una base logística desde la que los militares podían organizar turnos, reponer fuerzas y planificar estrategias contra el avance del fuego.
Día y noche, el campamento fue testigo del esfuerzo de los militares, que trabajaban con disciplina y constancia en unas condiciones exigentes y cambiantes. Tras largas jornadas en los montes, encontraban en Oira un punto de apoyo esencial para recuperar energías antes de volver a la primera línea de fuego. Su presencia no solo aportó refuerzo técnico y operativo, sino también una sensación de seguridad y esperanza para la ciudadanía, que seguía con preocupación la evolución de los incendios. No era para menos.