El río de O Con no es un chiste

el callejón del viento J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

ALLARIZ

MONICA IRAGO

Muchos vilagarcianos razonan que si ya tenemos mar, ¿qué importa un río?

04 feb 2019 . Actualizado a las 21:53 h.

Al río de O Con nunca le hemos tenido respeto. Es un río viejo y ha sido un río útil, pero nunca le hemos dado la importancia que tenía. Solo ahora, en su vejez y cuando ya no sirve nada más que como adorno y como recuerdo de lo que fuimos y somos, se le mima un poco, como si fuera una persona mayor a la que llevamos a la mejor residencia y acudimos a visitarla de vez en cuando.

Vilagarcía es lo que es gracias al río de O Con. Sin él y sin su ensenada, la ciudad no se habría levantado donde está. Al amparo del río y de lo que significaba, nacieron los enclaves primigenios y fundacionales de Vilagarcía de Arousa: el castro Alobre, el pazo de Vista Alegre y el barrio de O Castro, donde se construyeron las primeras casas de la villa.

Pero es un río tan pequeñito y con un nombre tan insignificante que suele hablarse de él para hacer una broma, una gracia, un desprecio... Además, como no le damos importancia, hemos tenido la mala costumbre de maltratarlo. Durante años, el río de O Con fue noticia por los vertidos, por la contaminación, por sus peces muertos, por sus malos olores... Incluso lo utilizábamos como basurero y los días de mercado se llenaba su desembocadura de restos de pescado y de repollo, de cajas de cartón vacías... Lo dicho, una pena de río.

Las ciudades suelen nacer a la orilla de un río. He vivido algunos años en Salamanca, Zamora y Badajoz, capitales de provincia donde el Tormes, el Duero y el Guadiana son fundamentales y marcan la historia de la ciudad. Hoy, esos ríos, en esas ciudades, son más bien un motivo estético y sus orillas se han convertido en pulmones urbanos con parques, paseos fluviales y rutas del colesterol. Además, son ríos literarios con el poeta Antonio Machado o Lazarillo de Tormes, la perla de la picaresca española, como joyas líricas, novelísticas y fluviales. Pero el río de O Con, el pobre, inspira poco salvo algún chiste sin gracia.

Además, en el imaginario colectivo vilagarciano, está grabado un razonamiento simple e injusto que marca nuestro desprecio histórico hacia el río de O Con: «Si ya tenemos mar, ¿para qué queremos un río?». Máxime cuando se trata de un caudal de agua que más bien parece arroyo. Creemos que el mar es la razón de existir de Vilagarcía y hacemos así un feo injusto a quien nos parió: el río de O Con.

Es verdad que si no tuviéramos mar, seguramente habríamos construido a la orilla de nuestro río un maravilloso paseo fluvial arbolado y mimado, por donde cada tarde caminaríamos para bajar el azúcar y controlar los triglicéridos. Pero estamos en la ría, que es nuestro orgullo, y a O Con, que le den. Y ahí lo hemos tenido, escondido y sin hacerle caso, como a esos parientes de los que nos avergonzamos y nunca vamos a visitar.

He vivido media vida en Cáceres, la única capital española de provincia sin río, y la otra media en Vilagarcía. En Cáceres, está la Ribera del Marco, un arroyo estrecho y corto que la ciudad ha despreciado y que, hasta este año, ha estado lleno de maleza y suciedad estancada. Sin embargo, al igual que pasa con Vilagarcía y O Con, gracias a la Ribera, Cáceres está donde está. En el pasado, el Marco fue un curso de agua que daba vida a huertas, batanes, molinos y pequeñas industrias, además de ser un arroyo que no se seca nunca. En la ciudad donde nací, nuestro insignificante río también es menospreciado, aunque nos diera la vida. Además, las noches de verano en Cáceres son las más calurosas de las capitales de provincia española y culpamos de ello a la Ribera del Marco por no ser más río.

Obras de mejora

Como hay elecciones municipales a la vista, en Cáceres han limpiado y adecentado la Ribera del Marco, un lavado de cara sin mayor ambición, pero en Vilagarcía se está dignificando con más empeño la orilla de O Con. En 1994, ya se actuó en nuestro riachuelo vilagarciano, aunque se hizo un poco al estilo de entonces, con mucho hormigón y mucha viga. Resultaba significativo comparar cómo se había dignificado el casco antiguo de Allariz, joya de la corona de la Galicia rural, con una cuarta parte de lo que costó la remodelación de O Con y su entorno, cuyo cauce se estrechó echando piedra y hormigón y en el último tramo, donde están las esencias fundacionales de Vilagarcía, se colocó a las bravas un puente casi sin salida de 12 metros de ancho que choca contra el cubo mejor conservado de la muralla.

La reforma de O Con que ya se ejecuta parece más medida y equilibrada: se cambiarán las barandillas, se plantarán árboles, se iluminará la zona peatonal, se instalarán papeleras de acero cortén, se restaurará la malla de la barandilla del puente de Vista Alegre y, a priori, se conjugará el respeto a la monumentalidad de las raíces de Vilagarcía con la modernidad de los materiales. Poco a poco, paso a paso, parece que vamos aprendiendo a respetar a nuestro humilde y anciano río de O Con. Gracias a él, vivimos donde vivimos y somos lo que somos.

Al amparo del río, se levantaron el castro Alobre

y el pazo de

Vista Alegre

En 1994, se gastó en O Con el doble de dinero que

en el casco histórico de Allariz