«Na casa temos unha planta que nos regalou fai dez anos Concha Velasco»

Rubén Nóvoa Pérez
rubén nóvoa OURENSE / LA VOZ

LOBEIRA

Álvaro Vaquero

Durante tres décadas fue el rostro visible de un bar de referencia en Los Vinos

05 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay bares en Los Vinos de Ourense que cuando alguien te los nombra tu mente saborea directamente alguno de sus pinchos fetiche. El San Xes, en la rúa da Paz, es uno de ellos. Es casi imposible no pensar en las empanadillas o en las almejas que con tanto esmero se prepararon durante más de tres décadas en uno de los templos de la ruta de pinchos de la capital ourensana. El establecimiento, que ahora sigue abierto bajo otra gerencia, cerró una etapa el pasado 15 de mayo. Ese fue el último día detrás de la barra para Manuel Domínguez Domínguez (Lobeira, 1950), conocido por todos sus clientes como «San Xes».

Como casi todo lo que tiene éxito en la vida se gestó con ayuda del azar. Criado en el corazón del Xurés, Manuel no se podía imaginar que sería recordado por el sabor de las empanadillas que despachaba cuando, como tantos otros de su generación, cogió una maleta y con una mano delante y otra detrás se fue a la emigración. Trabajó en la construcción en destinos tan dispares como Francia o Casablanca, en Marruecos. Regresó a Ourense por motivos familiares y un amigo le llevó a la hostelería. Ya nunca la dejó. Su primer negocio fue un restaurante de comidas en el Polígono. «Eu nunca botara un vaso de viño. Foi un cambio moi grande. Serviamos 150 comidas diarias», recuerda. Su segunda experiencia, fue en Hernán Cortes, junto a la plaza de San Marcial. Estuvo dos años con la parrillada San Ginés hasta que el 29 de junio levantó por primera vez la persiana del bar San Xes, ya en la rúa da Paz. Los principios, recuerda, fueron duros pero el tirón del Teatro Principal se convirtió en el motor de su crecimiento, con el aval de la calidad de sus pinchos, claro. «Por o bar pasou moitísima xente do mundo do teatro. Pésame non terlle feito unha foto firmada a cada un deles, porque agora podería ser aquel un bar cultural», lamenta.

No duda cuándo se le pregunta cuáles fueron las figuras que más ilusión le hizo que probaran sus pinchos: Concha Velasco y Amparo Baró. «Na casa da aldea aínda temos unha planta que lle regalou fai dez anos Concha Velasco a miña muller. E Amparo mandábanos tamén algún décimo de lotería de Navidad», recuerda Manuel Domínguez. Eso sí quiere dejar constancia, y lo pide expresamente, del agradecimiento y cariño que profesa por Sarabela Teatro, que hicieron horas y horas en su local.

Anécdotas, asegura, tiene para escribir un libro. «Dunha vez estivo en Ourense un grupo de teatro de Andalucía e estivera tres días. Colléramos confianza e un dos actores sempre lle dicía á miña muller que era unha santa. Eu preguntáballe por que e contestábame: ‘Si yo le digo a la mía que estoy todo el día en el bar me echa de casa’».

Y es que Manuel Domínguez tiene tan claro que echa de menos estar detrás de la barra como que era un trabajo esclavo. «Tes que facer 15 horas todos os días. O traballo duro faise antes de abrir. Preparar os pinchos, asar os lacóns...». Ahora mata el gusanillo en su Lobeira natal, en la parroquia que da nombre al bar, y donde tiene una finca que trabaja siempre que tiene un momento. «Si te quedas tirado no sofá, estás fastidiado», asegura.

No quiere que se acaba esta conversación sin dejar un mensaje sincero a todos sus clientes: «Quero darlles a grazas por todo o cariño que me deron e tamén pedirlles perdón polo meu pronto. Había veces que non daba feito e algún taco soltaba, pero a xente xa me coñecía e non o tomaba a mal». El mejor ejemplo es que ahora, cuando pasea por la ciudad todo el mundo le para.

Quién es. Manuel Domínguez Domínguez regentó durante más de tres décadas el bar San Xes, en pleno casco histórico.

Su rincón. Aquí no hay duda. La rúa da Paz, donde se encontraba el establecimiento en el que pasó gran parte de su vida. Situado justo enfrente del Teatro Principal el mundo de la cultura siempre tuvo al local como un referente donde desconectar.

«Fartámonos a facer empanadillas. Había días nos que vendiamos entre 350 e 390»

Decir San Xes para cientos y cientos de ourensanos es sinónimo de empanadillas. Y, entre todas, las que se podían comer la que más tirón tenía sin duda era la de zorza. «Fartámonos a facer empanadillas. Había días nos que vendiamos entre 350 e 390, porque eu tiña un cociñeiro que apuntaba todas as que facía», recuerda Manuel Domínguez Domínguez.

A los asiduos del establecimiento situado en la rúa da Paz seguro que tampoco se les ha olvidado el sabor inconfundible de otros de sus productos estrella, como eran las almejas, los callos o el jamón asado. Todos tenían algo en común: el sabor que solo tienen los alimentos con alma caseros. Es por eso que a Manuel Domínguez no le duelen prendas al asegurar que el gran secreto del éxito de su establecimiento estaba detrás de los fogones. «A xente viña polo rica que estaba a comida que preparaba a miña muller. Ela foi a que lle deu o empuxón ao negocio porque se a comida non está rica a xente vaiche unha ou dúas veces ao local, pero non volve», señala el hostelero ourensano ahora ya jubilado.