
«Aprendimos matemáticas cambiando escudos» recuerdan sus dueños
05 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El Esplanada no es una calle ni un barrio o zona del callejero oficial de Valença, pero sí un punto de encuentro aún más popular gracias al trabajo de una saga de hosteleros gallegos que, desde hace 65 años, lo han convertido en una referencia en la ciudad.
Todo comenzó hace 70 años con Albino González Rodríguez, un gallego nacido en Lobios, y con sus hermanos, emigró a Lisboa en busca de oportunidades tras la posguerra. Con años de trabajo y ahorro, Albino consiguió la gerencia de la primera casa de pasto de Valença, como se conocían entonces estos modestos restaurantes de obreros y trabajadores. Poco después, logró hacerse con El Esplanada, el primer bar con cafetería de la ciudad, que hoy, 65 años después, sigue siendo un símbolo de Valença y un punto de encuentro clave para gallegos, portugueses y viajeros de todo el mundo.
La historia de esta familia es también la de la evolución de una frontera viva. Pepe y Jaime González, los hijos de Albino y Fina, crecieron entre Valença y Tui, absorbiendo cada detalle del negocio familiar y de la relación comercial y social entre ambos lados del río Miño. «Yo aprendí matemáticas haciendo las cuentas a lápiz en la casa de pasto, con once años. Se hacían sobre el mármol a la vista de todos y se borraban sobre el mármol, así que no podías equivocarte», recuerda Pepe.
Los hermanos compaginaron estudios y trabajo desde pequeños. «Trabajábamos ayudando en los veranos, con 16 ya en plantilla y a los 18 ya éramos socios del negocio», explica Jaime. «La casa de pasto era un refugio para los obreros lusos, que acudían a tomar vino o aguardiente, mientras que El Esplanada era el lugar de encuentro de un público más diverso y acomodado. Teníamos colas a diario para cambiar pesetas a escudos y viceversa. Queríamos dejarlo por la fiscalización de los guardiñas, pero los clientes se enfadaban porque nuestro cambio era mejor y más accesible que el de los bancos», recuerda Jaime. En 1990, se convirtieron en casa de cambio oficial, pero el trabajo nunca disminuyó.

El Esplanada ha sido también testigo de la evolución del comercio fronterizo. Pepe y Jaime crecieron en plena época del contrabando de subsistencia, cuando gallegos y portugueses cruzaban el Miño con productos que complementaban las carencias a ambos lados de la frontera. «Aprendí matemáticas cambiando escudos y pesetas», recuerda Jaime.
Los clientes han sido una parte fundamental del alma del negocio. Gaspar Amorín, cliente desde hace 59 años, lo confirma: «Vengo todos los días y varias veces al día». La confianza y el trato cercano son la clave del éxito. «Lo mejor es el trato con la gente. Hay muchos clientes que son de la familia. Lo mío es ya una forma de vida y de socializar. Ahora, con menos horas de trabajo y descansando por fin los domingos, también disfrutamos más de esa interacción», dice Pepe.
Los hermanos hicieron una gran reforma en el cambio de siglo. La fachada se mantiene intacta por su valor patrimonial, pero el interior se renovó por completo y se ampliaron dos pisos más. El negocio se ha diversificado, convirtiéndose en un centro de servicios donde se puede encontrar de casi de todo: desde desayunar o comer, hasta comprar pasteles, una Raspadinha, sellar una Toto Loto o jugar al Euromillón, que, según el tudense José María, quien prueba suerte todas las semanas, «compensa más que en España porque en Portugal te quitan el 20 % a partir de los 5.000 euros, pero en España desde los 2.500».
El Esplanada es un lugar de referencia. «El 70 % de los clientes son portugueses, un 20 % gallegos y el otro 10 % extranjeros, porque además de peregrinos también vienen muchos cruceros de Vigo», explican los hermanos. El negocio también ha sido sinónimo de renuncias. «Desde los 16 años no sabemos lo que son unas vacaciones», confiesa Pepe. A pesar del amor por su trabajo, la tercera generación no continuará con el negocio, «porque saben lo sacrificado que es esta vida».
El Concello de Valença ha reconocido su trayectoria con la medalla de oro del municipio. Más que un café, El Esplanada ha sido y es un testigo de la historia de Valença o un puente entre dos culturas o un emblema de la hospitalidad gallego-portuguesa. Y, sobre todo, es el sueño de un hombre que cruzó fronteras para construir un legado que perdura.