


















El Pobo Fantasma de Maceda se convirtió en un manicomio del terror que visitaron cientos de personas
03 ago 2024 . Actualizado a las 17:27 h.Son las once de la noche y en el pueblo de Chaioso están las luces apagadas. La falta de iluminación permite ver un precioso cielo estrellado de verano pero lo que hay en la tierra es más bien un infierno. Sea lo que sea que te dé miedo, por suerte o por desgracia, te lo vas a encontrar en esta aldea de Maceda. Payasos, zombis, demonios, monjas malditas, exorcismos, locos o varias versiones de Freddy Krueger dan vida desde el viernes al Pobo Fantasma. Este año se convirtió en un manicomio repleto de casos fallidos convertidos en figuras terroríficas. La receta para los visitantes fueron muchos sustos y más diversión durante 40 minutos.
La puerta de acceso al pueblo lo indica bien: «Hospital del infierno». También lo advierte la música de terror y los gritos que se percibían al acercarse por el camino de entrada a Chaioso. Aun así, no repelieron a los cientos de personas que hicieron cola para transcurrir por un recorrido de miedo. «El año pasado vinieron 2.500», asegura José Garrido, de la organización. Un grupo de diez médicos moribundos y llenos de heridas son este año los guías de los valientes visitantes. Forman parte de los más de cien voluntarios que esperan detrás de la cortina de acceso y participan con entusiasmo y dedicación para transformar el pueblo. «Yo vengo a ver cómo lo hacen primero porque me parece una gran idea y quiero participar yo después», contaba uno de los presentes.
Desde las once se suceden los pases al Pobo Fantasma, que en un principio iban a ser menos numerosos pero tuvieron que hacer grupos más grandes debido a la enorme afluencia de gente. Se adentran en un recorrido lineal de más de 600 metros con todos los detalles medidos. Se animan desde los más pequeños, aunque alguno con una lágrima de miedo antes de empezar, a los más mayores. En familia, con amigos o en pareja. Empiezan a caminar expectantes y muchos agarrados de la mano para sobrellevar mejor los sustos. El primero, nada más entrar. Unas niñas con el mismo aspecto que la niña de El exorcista se encargan de rodear y recibir a los participantes.
Cuando el médico explica la historia del manicomio no se olvida de dónde está, en Maceda, así que en el hospital psiquiátrico incluso hay un «felo negro» que sobresalta a los visitantes con el ruido de sus chocas. Aunque caracterizado de monje. Continuando por las estrechas calles del pueblo tan solo iluminadas por las linternas de los guías llega en varias ocasiones uno de los elementos que asegura unos cuantos gritos: la motosierra. Perseguidos por el ruido atronador de una perfecta máquina de matar, el grupo llega hasta una de las salas cerradas, en el bajo de una casa. Dentro, ven en primera persona un exorcismo y para no dejar bajar las pulsaciones se dirigen a un rincón lleno de terroríficas brujas. De decoración, una niña descuartizada como si de un cuadro se tratase.
Las atrocidades que guarda Chaioso y sus personajes de miedo necesitaban, sí o sí, un cementerio. Pero llegar hasta él es todo adrenalina. Grupos de niños gritan y persiguen a los participantes: «¡Ya di ocho sustos!», presumía después uno de ellos. Los llevan hasta el mismo Hannibal Lecter o Freddy Krueger. Deben escapar, porque sino dos monjas que más bien recuerdan al demonio les muestran que terminarán comiendo sus sesos. El recorrido deja atrás las casas del pueblo para aprovechar el oscuro bosque que lo rodea, poblado esta vez de fantasmas o payasos. Cuando uno cree que ya no le queda nada por ver, tampoco se libra de una carnicería en vivo de personas o una silla eléctrica.
Los vecinos de Chaioso se vuelven irreconocibles detrás de sus caretas y disfraces para que la experiencia sea lo más real posible. Aunque los gritos de auxilio parezcan de sufrimiento, los grupos salen del túnel del terror con una sonrisa porque también hay mucho humor: «Mira que no teneis otra cosa que hacer un viernes a la noche, como ir a una fiesta, en vez de venir aquí a pasarlo mal. ¡Preparaos!», les adelantaba el guía.