«Esperar na aldea e ver como arde o monte mentres protexemos as casas. É o único que podemos facer»
MANZANEDA

Un vilagarciano conforma uno de los grupos de vecinos que se dedican a evitar que el fuego llegue a las casas en la zona de Manzaneda
21 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Entre el epicentro de los dos incendios más virulentos que asolan Ourense, el de Chandrexa y el de Larouco, se levanta el pico más alto de Galicia. En la estación de Cabeza de Manzaneda opera como jefe de montaña Juan Jesús Fernández. Natural de Cornazo, trabaja allí desde hace años y echó raíces en Pobra de Trives. Su labor habitual, de conservación de los montes y de la estación, nada tiene que ver con lo que se ha visto obligado a hacer durante las últimas semanas.
Juan forma parte de un grupo de vecinos de la zona de Manzaneda que se están organizando por grupos de wasap para colaborar en la extinción de incendios y evitar que las llamas entren en los pueblos o lleguen a las casas. «O grupo debeu crearse o día 12. Antes xa había veciños falando os uns cos outros, pedindo colaboración. Algúns veciños tñen tractores con cisternas, énchenas de auga, de purín, que frea bastante o lume. Usamos xestas, eu vou cun batelumes. Son os medios que temos».
El martes por la tarde, la situación en Pobra de Trives, aunque para nada sencilla, era algo más tranquila que en días previos. «O foco máis próximo de Chandrexa parece controlado. Agora do que estamos pendente é do de Quiroga». Se refiere al fuego iniciado en Larouco, que es ya el incendio más grande de la historia de Galicia, y que hace unos días llegó a Quiroga, en Lugo, extendiéndose hacia el noroeste. Luego, el viento cambió y las llamas volvieron a tornarse hacia el sur, amenazando el núcleo de San Xoán de Río, a 15 kilómetros de Trives. «Está lonxe, pero estamos pendentes de que non cruce o río».
Este respiro es el único optimismo que logra imprimir a sus palabras: «Hai moita xente traballando aquí, pero hai tantos frontes abertos que non chegan a tempo. Son os propios veciños os que se están ocupando de que o lume non chegue ás vivendas». Lo único que les queda a estas personas, explica, es «esperar na aldea, vendo como arde o monte e protexendo as casas».
«Pena e impotencia»
La catástrofe supone tal magnitud que empuja a personas como Juan, poco preparadas para combatir el fuego, a enfrentarse con él cara a cara. «Hai que terlle moito respeto ao lume. Ás veces asusta cando veñen refachos de aire en contra túa, notas a calor do lume, agobio porque ves que non o das apagado e vai entrar... Pero hai que botarlle un par de huevos e estar aí».
«Non hai medios para máis. Chegou o exército, a UME... Pero non dan abasto do grande que é o incendio, son lugares moi pequenos e repartidos pola montaña. É imposible acudir a todos», explica. Él mismo, que en los últimos días ha ayudado a evitar que el fuego entre en varios núcleos de población, habla de «pena e impotencia de non poder facer máis».
Explica que ya ha visto demasiados casos de vecinos desalojados que se resisten, que esperan hasta el último momento para abandonar sus viviendas, sus posesiones. Como ellos, para Juan no es una opción abandonar: «Eu vivo en Trives, teño a casa aquí, a parella aquí. Así que aquí seguirei», comenta, al tiempo que recibe una llamada que resulta ser de unos vecinos de Centeais, pidiendo su colaboración y la de sus compañeros. Pura supervivencia, la única opción que dejan las llamas.