El delegado diocesano de Patrimonio no oculta su preocupación por la situación en la que están los monasterios, iglesias, rectorales y otros elementos patrimoniales repartidos por la provincia.
-¿Cuáles son las carencias más acuciantes en la zona rural?
-El gran problema es la despoblación. ¿Qué hacemos con el patrimonio si no hay gente? Apenas quedan vecinos en algunas parroquias y se da un desamparo y una impotencia para mantenerlo. Se está intentado poner remedio a las cosas más urgentes, ahora mismo en San Xoán (O Carballiño) porque existen unas grietas y se hace urgente actuar. Noto deficiencias en un montón de iglesias de la zona de Castro Caldelas, pero que apenas tienen gente detrás.
-Tampoco hay curas ya en todas las parroquias.
-Es que una cosa va con la otra. Si hay vecinos siempre se atienden mejor las necesidades, se abren las iglesias y se vela por el mantenimiento. En ese sentido es constante el goteo de actuaciones que promueven los feligreses. Pero al no haber uso todo acaba abandonado de nuevo. Y nadie ayuda: la Diputación hace tiempo que dejó de actuar y las empresas nunca lo hicieron.
-¿Qué lugares necesitan actuaciones de forma prioritaria?
-Muchos, pero de forma acuciante se necesita actuar en edificios emblemáticos como Santa Comba de Bande -está necesitada de una actuación seria- o en la cubierta de la iglesia del monasterio de Celanova.
-¿Y en la Ribeira Sacra?
-Hacen falta muchas cosas. Lo que me llama la atención es que no se contara con el obispado para la iniciativa de Patrimonio de la Humanidad. Es incomprensible.