«La idea de negocio es importante, pero no lo es todo en una empresa»

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

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Abel Navajas, fundador de Woonivers e inversor en startups, participa en Futurgal 2023
Abel Navajas, fundador de Woonivers e inversor en startups, participa en Futurgal 2023 cedida

Abel Navajas es uno de los emprendedores nacionales con más proyección y aporta financiación e impulso a otros con ideas innovadoras

01 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Con poco más de treinta años Abel Navajas decidió volver a España tras una década viviendo y trabajando entre el Reino Unido, Alemania, Austria y Estados Unidos. Corría el año 2017. Poco después nació Woonivers, una empresa tecnológica que fundó junto a Antonio Cantalapiedra, orientada a conseguir la devolución del IVA en compras que se realizan en el extranjero; un proceso habitualmente farragoso que, se calcula, mueve globalmente 55.000 millones de euros. Se ha implicado directamente en otras cuatro empresas, entre ellas Arze, creadora de zapatillas veganas; el espacio Impact Hub Málaga —que gustó tanto a Vodafone que se lo adquirió para trasladar su centro de innovación europeo—, o la marca de trajes a medida Bund, que puso en marcha junto al gallego Emilio Froján. Pero también se le considera un bussines angel, vocablo inglés que define a quienes aportan dinero y, a veces también tiempo, a empresas no cotizadas de corte innovador desde sus primeros pasos. Abel Navajas compartirá su experiencia en Futurgal 2023, un evento de la Escuela Superior de Ingeniería Informática que la Universidad de Vigo tiene en el campus de Ourense. En la cita, que cuenta con la colaboración del Colegio Profesional de Ingeniería en Informática y tiene como obejtivo impulsar el emprendimiento a través del testimonio de experiencias de éxito, se reunirán más de 50 especialistas entre el 30 de noviembre y el 5 de diciembre.

—¿Por qué se animó a convertirse en inversor de otros proyectos?

—Por mi propia experiencia. Cuando decides dar el paso de emprender te das cuenta de que uno de los grandes retos es precisamente la inversión y por eso decidí ayudar a otros. Para una empresa necesitas tres patas. La primera es generar una propuesta de valor que pueda tener encaje en el mercado; la segunda son las personas, saber con quién montas el proyecto; y la tercera encontrar la financiación para que escale. Tú puedes tener capacidad para comprarte un coche pero si no tienes para gasolina no llegas a ningún sitio.

—¿Cuál es la clave para elegir bien dónde invertir?

—Mis emprendimientos siempre han estado basados en tres pilares: tecnología, innovación y sostenibilidad. Pero para mí la clave para elegir dónde invertir son las personas. La idea de negocio es importante, pero no es todo en una empresa. Hay ejemplos de propuestas de éxito, incluso en mercados tan aparentemente maduros o saturados como el de las hamburguesas o la ropa. En ese último, por cierto, desde Galicia se entendió muy bien que había que transformar la industria del textil al retail y que la clave no era fabricar con más o menos calidad, sino generar una cadena de valor completa y saber vender mejor.

—¿Hubiera invertido en el creador de Zara?

—No tengo el gusto personal de conocer a Amancio Ortega, pero seguro que hubiera invertido en su idea de negocio si me lo hubiera encontrado y le hubiese conocido cuando empezó. Él hizo algo muy rompedor. A veces las empresas fracasan por múltiples motivos: la mala suerte puede frenar el crecimiento, una pandemia o incluso un cambio regulatorio repentino, pero también puede generar oportunidades. El éxito de una empresa depende de las personas que están detrás, de su capacidad creativa, de ejecución, de gestión y de ese olfato para identificar las oportunidades.

—¿Los inversores como usted se fijan en dónde está la empresa?

—Sí, pero no porque importe si está en un lugar grande o pequeño. Hoy la tecnología facilita que ese factor no sea tan determinante. El atractivo del emprendimiento actual es que cada vez es más accesible y se puede hacer en la tierra propia, con lo que dejas también impacto en las zonas donde se empieza a desarrollar esa idea de negocio, aunque acabe llegando a todo el mundo gracias a la tecnología. El emprendimiento siempre ha existido. De hecho, España en general, pero muy particularmente Galicia, es tierra de emprendedores. La diferencia es que antes del siglo XX se tenían que ir fuera para crear negocio. Un ejemplo gráfico son los indianos que marchaban a Cuba o a Argentina y allí emprendían. Eso implicaba que el impacto de su actividad se quedaba allí y era en esos países donde generaban la riqueza, aunque aquí pudiesen traer una pequeña parte porque se hacían una casa o compraban una finca.

—¿Qué se le puede decir a una persona que quiere emprender y vive en un entorno rural?

—Que adelante. Una de las cosas que se ha conseguido con la transformación digital es que el mundo esté más interconectado que nunca. Igual que los ciudadanos que viven en el rural tienen acceso a productos que antes no podían conseguir, también se pueden ofrecer desde ese mismo lugar productos o servicios a nivel mundial. Esto lo que hace es favorecer la descentralización y permite que cualquier persona viva donde quiera vivir haciendo lo que quiera, obviamente con el aprendizaje y los medios necesarios. Es la gran oportunidad para la España rural, que no debemos olvidarnos de que es más grande y más importante que la urbana, para apostar por la innovación. La tecnología no tiene por que ser solo el producto final de un proyecto empresarial, pero sí es un medio necesario para acelerar las economías locales y ayuda a retener talento en lugares en los que, como Galicia, la gente está muy arraigada a su cultura. Es difícil ser feliz si sientes que te falta esa parte.

—¿Por eso regresó usted?

—La verdad es que sí. Aunque no sea gallego, en eso me siento muy identificado. Tenía un buen empleo y un buen sueldo, sabía que no sería fácil encontrar algo así en España, pero me faltaba algo. Me di cuenta de lo importante que era para mi crecimiento y felicidad personal mi propia cultura.

—¿Y cómo se le ocurrió montar una empresa para gestionar la devolución del IVA a escala internacional?

—Estaba trabajando para el norte de Europa con una compañía que cotiza en Nueva York y como viajaba muchísimo me encontraba con esta necesidad. En algunos casos, dependiendo de la burocracia de cada país, era una verdadera china en el zapato. Existe un interés en hacer el proceso farragoso porque así la gente desiste y ese dinero se queda en la caja de la Hacienda que corresponda. Me dije que ahí había una posibilidad, que teníamos que facilitar el proceso tanto para el que viaja por necesidad como para el turista. De hecho existe un turismo de compras.

—No les habrá hecho gracia a muchos países.

—En el fondo facilitar la devolución de esa tasa puede ser muy rentable para ellos porque se convierten en un mercado más atractivo para viajar y eso genera riqueza. De hecho, en los lugares donde había menos trabas, menos vallas que saltar en ese proceso, ya se hacían más compras e incluso que había gente que viajaba expresamente ahí para comprar. Un ejemplo era Singapur. Y otra cosa que detectamos es que en los mercados donde se compraba mucho lujo, como Francia o Italia, la gente se molestaba lo que fuese necesario para recuperar esas tasas porque, evidentemente, había mucho dinero en juego. Lejos de perjudicar a los países por tener que devolver esas tasas, nuestra aplicación lo que genera es aportar valor sobre ese mercado favoreciendo precisamente que haya más gente, más tráfico hacia esas zonas y más consumo. Provocas que los gobiernos recauden por otro tipo de impuestos vinculados a la actividad económica. Lo que deja de entrar por un lado, entra por el otro.