Irina Kulikova: «Es emocionante ver que mucha gente en Ribadavia quiere hacer algo para ayudar a las refugiadas»

Fina Ulloa
Fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

RIBADAVIA

Tres madres con sus hijas llegaron a la capital de O Ribeiro con los voluntarios que llevaron ayuda a la frontera con Eslovaquia

29 mar 2022 . Actualizado a las 18:37 h.

Una gran olla con borsch, la sopa tradicional ucraniana hecha con un caldo de carne, verduras y remolacha, esperaba a las seis refugiadas (tres madres con sus hijas) que este martes llegaban a Ribadavia en el mismo vehículo que, conducido por tres vecinos, la semana pasada salió de la capital de O Ribeiro para llevar ayuda humanitaria a la frontera de Ucrania con Eslovaquia.

Pero antes de tomar esa comida, que seguro les reconfortó tanto el alma como el cuerpo, Valentina, Elena y Victoria pasaron momentos de intensa emoción a su llegada a la plaza Maior de la villa ribadaviense. Aunque ninguna conoce el idioma del país que desde la tarde del martes ya es su nueva casa de acogida, entendieron perfectamente el afecto que querían transmitirles quienes se dieron cita para recibirlas. Los aplausos, las flores y los globos con los colores de su bandera nacional, junto con una gran pancarta de bienvenida escrita en su idioma nativo, las hicieron entender que habían llegado, por fin, y después de muchos días de camino, a un destino seguro para ellas y sus hijas de 7, 10 y 12 años. Lejos del ruido de las bombas que caen sobre sus ciudades en el avance de las tropas en la invasión rusa a Ucrania. Mientras sonó su himno no pudieron reprimir las lágrimas, que tuvieron reflejo en muchos de los vecinos que decidieron acudir para arroparlas y para agradecer también el esfuerzo de Juan Carlos Fernández, José Manuel Miguélez y Vicente Pérez, los tres hosteleros que las recogieron cerca de la frontera de Ucrania con Eslovaquia.

La sopa se la había preparado Irina Kulikova, que también estaba en la plaza y con quien han estado hablando por teléfono durante estos días de viaje. Ella se ha multiplicado para que nada faltara a sus compatriotas a su llegada al piso que un vecino ha cedido para que se instalen. «El piso es muy amplio y van a estar muy bien. Tiene una cocina amplia, un gran baño y dos habitaciones, aunque el salón les servirá también de dormitorio porque hay un mueble que se convierte en cama», explica esta mujer que también ha ido recogiendo donaciones y les ha llenado la nevera. «La verdad es que la gente está ayudando muchísimo. Es emocionante ver que mucha gente está haciendo algo por ayudarlas. Ya tenemos, por ejemplo, calzado que les hace falta por lo que me han ido diciendo, y alguna ropa. Pero también nos están ayudando en el concello con el tema de los papeles y los vecinos que viajaron también están en contacto con Cáritas, con Cruz Roja y con el párroco», comentaba Irina. Antonio, que fue quien cedió el piso, ha acabado, de hecho, por dejarles también un bajo «porque si no algunas cajas de ayuda que les han hecho llegar no iban a hacer más que estorbar y robarles espacio en casa».

Juan Carlos Fernández, que junto a José Manuel Miguélez y Vicente Pérez, han sido los artífices de esta expedición, reconocía el cansancio a su llegada. No solo el físico, ya que en su regreso hicieron varias paradas para dormir, incluida la de Zúrich donde desde el centro gallego A Xeitosiña, les habían invitado a descansar. También el peso anímico se nota en los expedicionarios. «A veces, cuando les llegaban algunos mensajes al móvil, lloraban. Suponemos que serían de las personas que han dejado atrás, sus maridos y otra familia que se han quedado en un país en guerra», explicaba Juan Carlos.