Confirman la condena de seis años de cárcel al hombre que secuestró a un empresario de Verín y meses después le vendió un arma para que se protegiera

Marta Vázquez Fernández
M. Vázquez OURENSE / LA VOZ

VERÍN

El acusado, durante el juicio celebrado en Ourense
El acusado, durante el juicio celebrado en Ourense M. FERNÁNDEZ

La Audiencia Provincial de Ourense rechazan los argumentos del acusado, que nunca ha admitido los hechos

24 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Seis meses después de que el juzgado penal condenara a seis años de cárcel a un acusado por el secuestro de un empresario de Verín, la Audiencia Provincial de Ourense ratifica el fallo. Los togados han rechazado los argumentos del sospechoso, que nunca admitió los hechos. «La juzgadora ha dado adecuada respuesta a todas las cuestiones que se plantean, no apreciando contradicciones esenciales en el relato ofrecido por la víctima, en particular en lo que hace a las ubicaciones de su teléfono móvil que la defensa plantea; al extremo de que su ropa se encontrara o no mojada o los golpes que recibió y en qué lugar, y otros que acertadamente se justifican en la resolución», dicen los togados en relación al primer fallo, que alaban por su «atendida exhaustividad». Confirman así la respuesta judicial a un caso que tuvo lugar el 11 de diciembre del 2019.

El empresario, propietario de varios casinos, paseaba su perro por las inmediaciones de su casa de Verín cuando fue abordado por personas que se apearon de un vehículo. «Baixáronse dous tíos, puxéronme un saco na cabeza e metéronme para dentro da furgoneta», recordó durante el juicio celebrado en Ourense. Los secuestradores, dos o tres varones que hablaban con acento que parecía portugués aunque dijeron ser rumanos, lo ataron de pies y manos y le robaron una medalla, un anillo, una pulsera y 500 euros. Luego lo sometieron a golpes mientras lo amenazaban con una pistola. Llegaron a decirle que le cortarían los genitales y lo tirarían al río, mientras le advertían de que también tenían secuestrados a su hijo y su nieta, algo que no era cierto. Los delincuentes querían un millón de euros, pero tras decirles él que no disponía de tanto dinero, se avinieron a hacer una rebaja. «Fixemos un trato para darlles 150.000 euros», contó el rehén, al que poco después devolvieron a su casa.

Al día siguiente se presentó en la sucursal bancaria. Sacó 47.000 euros, guardó el dinero en una bolsa e incluso llegó a escribir una nota en la que les decía a sus secuestradores que con esa cantidad «quedaba la deuda saldada», pero la entrega nunca llegó a materializarse. Aconsejado por su abogado, decidió alertar a la Guardia Civil. Los agentes fueron a su casa y recogieron las prendas que llevaba, recuperando además la capucha que habían usado los delincuentes para cubrirle la cabeza. Paralelamente, se alertó a los agentes de la Guardia Nacional Republicana. Al secuestrado le habían explicado que debía llevar el dinero al aparcamiento situado en el exterior de un restaurante de Chaves (Portugal), concretando que debía depositarlo en el interior de un Mitsubishi. Loa agentes lusos localizaron el coche donde, comprobaron que tenía las puertas abiertas, pero no vieron a nadie. Descubrieron que el turismo figuraba como robado en el mes de enero de ese año. Al final, fue remolcado hasta una sede policial.

El mismo día de la denuncia los investigadores enviaron al laboratorio de criminalística de la Guardia Civil de Madrid la chaqueta y el pantalón que llevaba la víctima el día del asalto. Se obtuvo una mezcla de perfiles genéticos de un hombre, así que ya tenían algo sobre lo que trabajar.

Las averiguaciones realizadas en Portugal también dieron resultados. En el Mitsubishi se había encontrado una pistola táser y un guante de látex con restos biológicos que coincidían con los ya localizados en las ropas de la víctima y que coincidían con el ADN del investigado. El acusado estaba siendo investigado en Portugal por otros delitos. Esto permitió ubicar su teléfono móvil en el lugar en el que se había robado el todoterreno.

Se da la circunstancia de que meses después del secuestro, y cuando el asunto aún no se había aclarado, el secuestrador y la víctima volvieron a encontrarse. El segundo, sin saber que el otro era quien lo había raptado de aquella forma tan violenta, le encargó un arma para defenderse, y este se la vendió.