Xinzo se vistió de época para el domingo oleiro

Maite Rodríguez Vázquez
Maite rodríguez XINZO / LA VOZ

XINZO DE LIMIA

La villa vivió un gran preámbulo de la fiesta principal, con cientos de personas -tanto jugadores como público- ataviadas al estilo del siglo pasado

17 feb 2025 . Actualizado a las 09:29 h.

El juego de lanzar vasijas o cántaros llenó la plaza Mayor de Xinzo en el domingo oleiro, con un gran círculo que rodeaba al meco que desde el sábado ya pende colgado en lo alto del epicentro del entroido limiano. Ya desde antes de las cinco de la tarde, hora fijada para el inicio del juego, en la villa se veía a multitud de personas, la mayoría ataviada con ropas de época, tanto jóvenes como personas de mediada edad o mayores, pues se quería revivir el ambiente de las fiestas de principios y mediados del siglo pasado. Vestidos de labradores, clérigos, militares o con trajes típicos gallegos, tanto la mayoría del público espectador como todos los participantes en el juego de lanzar las ollas guardaron la etiqueta de vestir.

Pasadas las cinco de la tarde, llegó el carro cargado de vasijas, una banda de gaiteiros y comenzó a organizarse el juego, que este año se hizo por rondas de quince minutos, aproximadamente, para cada grupo de participantes. Por la tarde salió el sol, pero el piso de la plaza Mayor todavía estaba mojado de las lluvias previas y eso dio algún susto en forma de resbalón.

Cuando los cántaros comenzaron a volar, comenzó el disfrute de los jugadores —que deben estar algo en forma y muy atentos tanto a la hora de lanzar como de recibir— y de los espectadores, pues el juego tiene una parte estética y visual, además de lúdica.

Algunas de las primeras olas cayeron, pero, poco a poco, los jugadores se fueron calentando, lanzándolas más altas y con parábola, y atreviéndose a virguerías como jugar con dos olas a la vez hasta que chocaban y rompían en el aire. Algunas de las vasijas tenían agua, con lo que el vuelo y posterior fractura derivaban en un remojón; otras iban cargadas de harina, con lo que algunos jugadores y también espectadores acabaron teñidos de blanco. Otra, que no se tiraba, tenía un agujero del que salía vino para ofrecer a los participantes.

El juego continuó en la plaza hasta romper todas las olas. En las calles de los alrededores, en el casco viejo, había también fiesta, con más juegos tradicionales, como la cuerda, y bailes al son de la gaita, con los asistentes metidos en sus personajes del siglo pasado. Xinzo vivió un buen preámbulo del entroido, conjugando tradición, fiesta y el humor típico su entroido, como el de un grupo de obreros con una polea artesana de la que colgaba una gran piedra. «¿Qué os parece para humanizar la calle?», preguntaban a los transeúntes.