Cuando llegué a Xinzo de Limia para encargarme de la cobertura gráfica de una noticia, me llamó la atención que había un ring en medio de una plaza. Pregunté y al instante me enteré de que se estaba disputando un campeonato. Nunca antes había fotografiado kick boxing. Confieso que pensaba que iba a ser todo más caótico. Pero lo cierto es que me di cuenta de que detrás de cada puñetazo y de cada patada había una coreografía intensa y bien marcada. La disciplina y el respeto marcaban el ritmo de cada asalto. Fotografiar este deporte fue mucho más complicado de lo que creía en un principio. Y es que en estos casos nunca sabes dónde va estar la acción. No solo fue registrar golpes. La mayor parte del tiempo era fotografiar las expresiones —las de cara y también las del resto del cuerpo— de los luchadores. Un poco como la vida: nunca sabes dónde va a estar la acción. A veces recibes golpes que te dejan noqueado y en otras ocasiones eres capaz de encajarlos.