La antigua guerra greco-persa trasladada a Afganistán

Leopoldo Centeno

PONTEVEDRA

24 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Dentro de su temporada de abono teatral, la Obra Social Caixanova ha presentado una espléndida función dramático-musical basada en la tragedia de Esquilo Los Persas, actualizada con dramaturgia de Pau Miró y Calixto Bieito, subtitulada Réquiem por un soldado, donde se traslada la histórica derrota militar sufrida por el poderoso ejército persa en la batalla de Salamina a los actuales conflictos bélicos, centrando la acción en Afganistán y en los soldados españoles, en lo que semánticamente denominan misiones de paz, mientras en nuestro país sus familiares sufren indeciblemente la zozobra de no saber la suerte que están corriendo.

En principio, la obra frivoliza e ironiza la situación bélica, luego se va adentrando en la trágica realidad de los hechos y situaciones en las que nuestros soldados se ven inmersos, junto a la población sufriente de ese país, expuestos a saltar por los aires en cualquier momento. En un escenario con un decorado desolador, dantesco, se abre paso un legionario recio, plantándose en medio del mismo y tras un breve grito marcial presentando el destacamento, con la mirada fija, entona perfectamente a palo seco el himno: Soy un novio de la muerte / que va a unirse en lazo fuerte / con tan leal compañera? Impresionante canto sin acompañamiento musical, en el que al final se le unen tres compañeros más con su presencia y voz a capella. Aparece en escena una mujer-soldado (Jerjes) que con su energía y vitalidad es el centro de atención. La noche anterior a una rutinaria misión en busca de una escuela, cuyos niños tienen que proteger y trasladar a un lugar más seguro, el grupo habla de sus cosas: americanos, objetivos, batallas, familia, sexo, música? Para mantener la moral hacen música, la cual interpretan en directo a lo largo de toda la obra. De buena forma física, los seis extraordinarios actores del escenario son a su vez músicos y cantantes notables. Tocan guitarras, bajo, chelo, teclados, batería, etc. y cantan a buen nivel.

Al pie del escenario (situando la acción en otro lugar), un séptimo personaje (Darío) está sentado en el sofá de su casa, dormitando; es un seguidor del Atlético de Madrid, envejecido prematuramente; sufre el dolor de la ausencia de su hija (Jerjes) y desea ardientemente su regreso. No quiere dormir. En sueños, tiene enormes pesadillas. Incluso llega a decir: «Rezo para que mi hija siga siendo mi hija y no un amasijo de carne y pelos dentro de una bolsa de plástico negra». Ella, en todo lo alto del decorado, dice: «La bandera de España, no es todo lo que queda de mí». Los autores de esta obra atacan directamente a las fibras sensibles del espectador, a sus conciencias, a las desastrosas consecuencias de cualquier guerra; cual tábano perturbador, empleando un lenguaje moderno, con infinidad de mini-monólogos en los que su texto no tiene desperdicio, estando plagado de frases lapidarias, como: «El mundo gira sobre un eje podrido» o aquella otra que se repite a lo largo de la obra «La guerra no termina ahí. La guerra es eterna» o la impactante «Lo más horrible es vivir como un cobarde», entre otras.

Aparte de ser coautor de la dramaturgia, Calixto Bieito corrió con la interesante dirección de la obra, manejando hábilmente a los actores Natalia Dicenta (Jerjes, la mujer-soldado), encantadora actriz y espléndida cantante, con gran soltura en escena; Roberto Quintana (Darío, padre de Jerjes), impresionante en su actuación; David Fernández (el legionario mencionado y músico), de buena presencia e impactante en su rol y, completando el elenco, Rafa Castejón, Javier Gamazo, Chus Herrera e Ignacio Ysasi, acertados en sus personajes y demostrando su calidad como músicos. Buenos efectos de iluminación y sonido colaboraron en gran medida al éxito general de la obra, rubricada con calurosos aplausos.