El eurodiputado Francisco Millán analiza la realidad de la Unión
14 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Francisco José Millán Mon y Paco son las dos caras de la misma moneda. En su currículo, el que comenzó a labrarse en 1980, tras ingresar en la Carrera Diplomática y que aderezó con su perfil político de eurodiputado por el PP, figura ese nombre que comparte con aquel monarca de Austria que hizo emperatriz a Sissi. Pero en la histórica terraza del Blanco y Negro, en la que Millán dialoga con La Voz, le saludan por su apelativo más corto: Paco.
-Vive la mitad de la semana en el corazón de Europa, Bruselas, así que repasemos la actualidad: ¿Cómo ve los disturbios del Reino Unido?
-Preocupantes. Se están dando en un contexto de crisis, con connotaciones parece que raciales, mucha gente en paro, gente joven movilizada a través de redes sociales... Y todo esto se mezcla con robos de objetos de marcas, el consumismo del que hablaba La Voz de Galicia... Es una mezcla de cosas, de gente marginal en un momento de crisis... No creo que sea comparable con lo que está pasando en el norte de África. Son disturbios que aparecen con cierta frecuencia en algunos países y a veces los medios de comunicación cargan las tintas, no sé si con un interés por parte de algunos de distraer la atención sobre otras cosas. Yo no les veo motivación política, la verdad.
-Visto el comportamiento de los mercados con España e Italia y ahora con Francia ¿le ve futuro a Europa?
-Le veo futuro. Pero ahora estamos en un mundo global y multipolar en el sentido de que están emergiendo centros de poder distintos a los de esa etapa bipolar EE. UU. y la URSS. China, Brasil, Rusia, la figura de la India y los asiáticos creciendo al 8 y al 10%, Como dice Durão Barroso, en el mundo globalizado el tamaño sí importa. Si hubieramos tenido ahora la peseta ¿cuántas veces la hubiéramos devaluado? ¿Dónde estaría parte del crecimiento económico de las últimas décadas? Por separado ¿qué hacemos los europeos?, porque los retos también son globales. Entonces, la unificación europea, con todos sus defectos, sus lagunas y retrasos, es lo que está en la naturaleza de los tiempos, en el orden de magnitudes actual. Ahora, aquí se ha producido una paradoja.
-Hablamos de la crisis de la eurozona.
-Sí, porque la paradoja es que en esta década pasada, 2000-2010, salvo la cuestión de la ampliación, que fue un éxito, el segundo gran centro de actuación de la Unión fue la reforma de los tratados. Pensábamos que, después de tantísimas dificultades (la inicialmente fallida Constitución Europea), lo habíamos conseguido; veíamos una Europa unitaria, cohesionada, grande y fuerte hacia afuera. Y, resulta, que con esta crisis vemos que hacia dentro es débil. Hay quien ha dicho que el Tratado de Lisboa pasará a la historia, al igual que el Tratado de Maastricht lo hizo por la unificación económica y monetaria, porque suponía la consolidación de una Unión Europea volcada hacia el exterior como actor unitario. Pues, ¡ah, sorpresa!, cuando estábamos en esas nos encontramos con que la tierra se abre a nuestros pies. Porque el Tratado de Lisboa no recoge los mecanismos para hacer frente a los problemas internos financieros; porque al final, esta unión monetaria del euro no había sido también acompañada casi hasta ahora de elementos de unificación económica. Los pasos hacia un gobierno económico de la gobernanza, como se dice ahora, no se habían dado. Somos como un cojo que andaba con pie firme en el plano monetario, pero al que la otra pierna no le acompañaba en el plano económico. Y claro, pensar que la estabilidad de la moneda puede funcionar con independencia de que funcione bien el gobierno económico, pues ha sido una quimera. En mi opinión, es fruto del optimismo de los años de la llamada exuberancia irracional. Y ahora estamos improvisando mecanismos y fórmulas de gobierno económico para hacer frente a esta situación.
-Hemos pecado de vanidad.
-No sé si es la palabra. Estamos asistiendo a una transferencia de poder hacia Asia, y hoy Europa está en una situación en la que ya no podemos sacar tanto pecho, mientras buena parte del mundo está creciendo. Quizás estamos sufriendo una cura de humildad. En el 2010 el objetivo era ser el área más dinámica del mundo... Obviamente, esto no se ha cumplido. Y también es cierto que hay países que sufren la crisis más que otros, y nosotros somos de los que más sufrimos, porque nuestro Gobierno desde el año 2004 no hizo más que un gobierno de inercias y de seguir adelante, sin reformas, con un optimismo de Zapatero y de sus responsables económicos total e irresponsable.
-Vamos a Galicia. ¿Qué nos hace más daño, el anunciado acuerdo de la UE con Papúa-Nueva Guinea, muy perjudicial para los intereses de la conserva, o el dichoso peaje de las autovías lusas?
-Son cosas distintas, pero lo de Papúa-Guinea no pinta bien. Anfaco está preocupada por el posible sesgo que pueda tener el informe final. En cuanto a lo de Portugal, yo hice unas preguntas, pero creo que la Comisión tampoco está trabajando en este tema de forma rápida, está dando largas, porque opino que también está esperando a ver qué hace el nuevo Gobierno portugués. Estamos en un contexto de consolidación fiscal y hay un afán recaudatorio de los gobiernos innegable porque necesitan dinero. La Xunta también está en contacto, pero la impresión que tengo es que ha habido bastante silencio en este tema por parte de las autoridades españolas. No sé si porque el señor Blanco pensaba, a lo mejor, en poner sus peajes en algunas autovías... En cualquier caso, todo esto está teniendo un efecto económico negativo en una eurorregión muy activa y con una relación muy densa.
Nació el 8 de marzo de 1955 en Pontevedra
Casado con Mercedes Rajoy Brey y padre de tres hijos: Mercedes, Paco y Enrique
Fruta, habitualmente melón, pan con aceite, zumo de naranja y café
«La segunda revolución china» de Eugenio Bregolat, y «Qué piensa China», de Mark Lenard