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La reapertura del archivo del Museo para investigadores permite el potencial acceso a millones de unidades de consulta
09 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Hay tesoros bibliográficos y curiosidades históricas, fotografías que relatan gráficamente la vida de la provincia desde la década de los sesenta del siglo XIX hasta la actualidad y documentos que se remontan hasta el siglo XII, como un privilegio rodado de Fernando II, de 1159, y que es uno de los documentos más antiguos del Museo de Pontevedra. Y así hasta más de un millón.
Todos pueden ser potencialmente consultados por investigadores después de que esta semana se reabriese la sala para tal fin que había permanecido cerrada durante los tres últimos años. No hay barra libre. La sala es un lugar de asesoramiento. El equipo técnico y científico del Museo vela por los documentos y por el uso que los investigadores puedan dar a estos, pero se abre todo un abanico de posibilidades para los «esforzados investigadores», como los definió el director del Museo, Carlos Valle.
Entre las ocho y media y las dos y media de la tarde, de lunes a viernes, la sala estará operativa. Es una puerta abierta a una importante bibliografía sobre Goya, al archivo privado de Filgueira Valverde, o a los archivos de la Colección Castelao. Pero hay mucho más. Legados testamentarios, depósitos, donaciones y compras de conjuntos documentales de muy diversa naturaleza han ido engrosando el archivo del Museo desde su propia constitución, en 1927. Solo la colección medieval está compuesta por más de mil documentos, buena parte de ellos correspondientes al archivo de la Casa de Sotomayor.
Ángel Cobián Areal ilustra bien los fondos de interés científico. Pionero en la aplicación en Galicia de los sueros antirrábicos del Instituto Pasteur de París y de los Rayos X en Pontevedra, los documentos de este médico muestran las posibilidades de investigación científica, que también se amplían a la música.
El archivo musical, con partituras y grabaciones en todo tipo de soportes, que van desde el casete a los discos pioneros, pero también gran cantidad de partituras, eminentemente centradas en la temática popular y regional, ha permitido ya hacer investigaciones relevantes sobre la materia. En fotografía, la colección de Joaquín Pintos, que inmortalizó Pontevedra desde 1899 hasta 1967, cuando murió, permite hacer un repaso por la ciudad durante esas décadas, desde distintas estampas de la vida social, cultural y económica, hasta los retratos que hizo.
Xosé Leal, el diputado encargado del área de Cultura de la Diputación, que es la propietaria del Museo, se felicitó el pasado jueves por la apertura de la sala. «Nunca debeu estar pechada», dijo. Tras las puertas, también algunas curiosidades históricas. Como los telegramas que recibió Perfecto Feijoo tras la muerte del loro Ravachol, hoy convertido en el referente del Entroido pontevedrés.
Todo el fondo documental está íntimamente ligado a los impulsores del Museo. Castelao, en sus facetas de artista, político y escritor; de Sánchez Cantón, «quen, dende o seu cargo como director do Museo do Prado e a súa profesionalidade como historiador da arte, impulsou o Museo», destaca la institución. O Antonio Odriozola, micólogo, bibliófilo empedernido, que se dedicó al estudio del origen de la imprenta, los incunables, la prensa local y regional, fijó su atención en los libros litúrgicos, que también lo convirtieron en «un especialista con recoñecemento a nivel internacional». Pero también, Filgueira Valverde, director del Museo durante gran parte de su historia, articula buena parte de este mundo que se reabre a los investigadores.