
Una fábrica abandonada o unos menhires modernos a pie de carretera ponen la nota singular en este espacio
31 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.No es un polígono industrial. Pero sí una zona con un importante número de empresas. Se ubica en la carretera que lleva de Vilagarcía a Caldas, entre las parroquias de Saiar y Bemil, en la zona donde también se emplaza Clesa. No es un entorno cualquiera. Puede que lo parezca a simple vista. Pero si uno lo recorre se da cuenta de su carácter pintoresco, bien por unas ruinas fabriles bien por unas esculturas que se topan en el camino. O incluso una huerta que hay encajonada entre las naves, en la que ayer trabajaba, sacho en mano, un feriante búlgaro y otro de Valladolid.
Empecemos por las ruinas. Se ven desde la carretera porque son realmente gigantescas. Se trata de lo que queda en pie de las instalaciones fabriles de Alimentos Arosa, una conservera que cerró hace más de una década. El alcalde, Juan Manuel Rey, explica que durante años le mandaron requerimientos y notificaciones de sanciones al propietario para que adecentase esta espacio, ya que el deterioro era cada vez mayor. Pero no surtieron demasiado efecto. El regidor indica que ahora las cosas están mejor, que se adecentó la parcela, «aínda que non tanto como debería», y que cree que quizás pronto vuelva a haber actividad en ella porque tiene noticias de que fue vendida y que los nuevos propietarios sí tienen intención de darle uso. «Esperemos que así sexa e que non continúe nese estado, porque temos claro que non é o que debería», manifestó el mandatario caldense.
Hasta coches de choque
Cerca de estas ruinas, otra singularidad. Ahí, encajonada entre la nave abandonada y otra instalación industrial, emerge una huerta bien apañada. Ayer, en ella sudaban la camiseta dos hombres, uno búlgaro y otro de Valladolid. El primero explicaba que son feriantes y que ahí, en una nave de esta zona de Caldas, se guardan un buen número de atracciones que harían las delicias de cualquier niño. Tienen desde pista de coches de choque a simuladores, pasando por algún divertimento más. Mientras sachaban sin parar, explicaban que pronto saldrán hacia Burela. Y que luego les tocará Boiro y otros municipios de Barbanza, donde instalarán sus atracciones.
Pasemos a la tercera singularidad. Resulta que a pocos metros de estas ruinas, en una zona poblada de empresas, muy cerca de un vial, uno puede recrear la vista en auténticas obras de arte. Se trata de varios modernos y coloridos menhires. Desde el Concello caldense explican que se trata de unas esculturas del conocido creador pontevedrés Manuel Ruibal. Sus colores y su considerable tamaño llaman la atención de quienes conducen por el pequeño vial que hay entre las naves. Puede que solo estén ahí como en una especie de almacén al aire libre -eso cree el Ayuntamiento- pero la realidad es que no desentonan con el telón verde que tienen de fondo. Dan vida al espacio industrial.
Una nave que lleva más de una década sin uso. El Concello explicaba ayer que perteneció a Alimentos Arosa y que hace más de una década que se cerró. Del tejado solo queda la estructura.
Escombros tirados. Dado que parte de las otrora instalaciones febriles están en el suelo, en la zona hay esparcido algún escombro. Eso sí, al menos aparentemente, no se acumula basura.
Por los laterales, sin vallado alguno. Las abandonadas instalaciones de la conservera no tienen ya cierre por los laterales. Se hizo una canalización que pertenece al gas, como reza un cartel.
Cierre con candado. La nave de la conservera está completamente destrozada, hasta sin trozos grandes de paredes, pero la puerta se mantiene en pie, incluso con un candado colocado.
Monolitos que evocan a menhires en medio de una finca. Están a pie de una carretera y con un telón verde de fondo. Son esculturas pertenecientes al creador pontevedrés Manuel Ruibal.
Lechugas, tomates y patatas detrás de una nave de atracciones de feria. Dos feriantes trabajaban ayer en una huerta muy próxima a las naves, concretamente a la fábrica abandonada.