
Jaouad Erraji celebra los goles con su compañero de equipo y de piso Adighibe. Ha ganado confianza y titularidad con la llegada de Pouso
20 nov 2019 . Actualizado a las 11:04 h.Jaouad Erraji bailó el domingo con Adighibe después de que el nigeriano marcase el primer gol contra el Marino de Luanco. Lo habían pactado en la casa que comparten junto al portero suplente, Brian Jaen. Después de la ya popular voltereta del delantero, llegaría el baile. «Al cabrón casi se le olvida y tuve que ir a recordárselo, en casa le dije ‘Adi, si marcas, hacemos el baile’», comenta el central marroquí, que reconoce que «ojalá bailemos todos los partidos». No necesita música para dar cuatro pasos, le pega a todo. Su felicidad es un claro reflejo del cambio que ha supuesto para él la llegada de Carlos Pouso al banquillo granate. «Como central me encuentro muy cómodo, con Luismi había estado en la segunda parte de un partido como lateral derecho, aunque no fuese mi posición, tenía que trabajar igual», explica. Hasta que Jesús Ramos tomó la riendas del equipo, Erraji apenas había contado para el técnico anterior. Su primer partido con la camiseta granate fue contra el Ibiza y después de disputar el partido completo a la semana siguiente en casa tan solo jugó 45 minutos.
Desapareció de las alineaciones y hasta el encuentro de Barreiro del 26 de octubre no volvió de ser titular. «Para mí ha habido mucho cambio porque el otro míster no confiaba en mí, no me ponía, no sé porqué, pero yo seguí trabajando y al final la recompensa siempre llega», comenta Jaouad, que ha sido titular en cuatro partidos. En esos encuentros el Pontevedra ha sumado 12 puntos, mientras que en los nueve anteriores hicieron 9. «Ahora tenemos que seguir así, es solo el principio», advierte Jaguar, como le llaman desde pequeño. «Los niños no sabían pronunciar mi nombre y optaron por llamarme así, ahora casi todo el mundo lo utiliza», explica.
Menos de una década jugando
El defensa de la selección marroquí sub-23 espera «hacer un año bonito, tenemos que ir juntos de la mano como hasta ahora». A sus 21 años lleva solo una década dándole patadas a un balón. Siendo un adolescente lo único que le preocupaba era jugar alguna que otra pachanga con los amigos en Las Norias de Daza (Almería). «Pagábamos 80 euros al año y jugábamos en la pista», explica Jaouad, que en ese momento llamó la atención de un equipo local. «Era cadete y no sabía ni lo que era estar federado, yo solo quería jugar con los colegas», dice con humor. De ahí saltó al Roquetas y después su carrera cogería velocidad de crucero hasta llegar al filial del Leganés y al Pontevedra. «Uf, si no estuviese jugando al fútbol, estaría ayudando a mis padres porque yo de estudiar, poco. Le digo a mi hermano que él estudie, que yo juego al fútbol. Al final, lo mio es suyo y lo del es mio», comenta. Echa de menos a su familia y empieza a ver mucho el calendario. Espera estar con ellos en Navidad. Sus padres y sus hermanos viven en Almería, mientras él amplía su futuro en Pontevedra. Y lo quiere hacer bailando.