¿Tienes dos horas libres a la semana? Acompaña a mayores que viven solos

ana barcala PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Cruz Roja Pontevedra busca voluntarios jubilados o jóvenes que visiten a ancianos en sus domicilios o que desarrollen programas de refuerzo educativo para niños

09 mar 2020 . Actualizado a las 10:23 h.

El programa de inclusión social de Cruz Roja tiene varios apartados. Uno dedicado a los mayores. Personas que en la mayor parte de los casos viven solas. Para ellos han diseñado unas iniciativas específicas que pasan desde el acompañamiento puntual varios días al mes en sus domicilios o el seguimiento telefónico para comprobar que todo está en orden.

La lista de espera para contar con un voluntario de Cruz Roja es extensa. ¿Por qué? Porque son insuficientes. Por ello, la directora del programa de voluntariado lanza un SOS. La agrupación comarcal cuenta con 500 personas que de forma altruista dedican entre 2 y 4 horas a la semana a participar en alguno de los programas que la agrupación desarrolla en la comarca. Atienden a más de 5.000 usuarios. Faltan manos.

Para Beatriz García es una cuestión de voluntad. «Solo hay que tener ganas de hacer algo de forma altruista por los demás», explica. A partir de ahí Cruz Roja se encarga de asignar a cada voluntario la tarea que encaje con su formación y su disponibilidad horaria. Disponen de un amplio abanico de posibilidades. Salud, inclusión social, plan de empleo, socorro y emergencia, voluntariado formativo, medio ambiente... Sobran áreas en las que aportar.

¿Y qué perfil buscan? Pues Beatriz García piensa en dos completamente diferentes. Por un lado requieren jubilados, personas a las que la edad les permite abandonar la vida laboral pero con plenas capacidades. «Para acompañar a mayores que viven solos son el perfil ideal y para muchos otros programas también».

Pero Cruz Roja atiende también a otro segmento de población que demanda una atención creciente: los niños. Tienen grupos que necesitan refuerzo educativo y trabajo con sus familias para lograr éxito escolar. Para trabajar con ellos reclaman voluntarios jóvenes, con ganas de contagiar entusiasmo y de aportar para que otros tengan la oportunidad de triunfar en la vida.

«Cuando una anciana me espera en pijama sé que ya es mi amiga»

 

 

Carmen Guzmán dedicó más de 40 años de su vida a la docencia. Cuando se jubiló se le resistía tener tanto tiempo libre y se negaba a sentarse en un sofá frente al televisor. Así que se acercó a Cruz Roja. Una de sus hermanas le habló maravillas del voluntariado. Y decidió probar. Lleva ya un par de años impartiendo clases de español a inmigrantes. En el grupo actual tiene brasileños, marroquís, senegaleses y hasta un ruso. «Reconozco que mi método para enseñar es prehistórico, pero consigo que se vayan soltando y que amplíen su vocabulario». Enseñar es su vocación. Pero como dispone de tiempo participa también en el programa de acompañamiento a mayores. Dos tardes al mes visita a los ancianos que le tienen asignados. Se acerca a su domicilio y conversa con ellos de noticias de actualidad «o de lo que ellos quieran». Se trata de personas muy mayores que viven solas y agradecen comunicarse. «Me encanta cuando consigo hacerme amiga de ellas. Lo noto porque me reciben en pijama y en zapatillas, con naturalidad». No siempre lo logra. «Cuando llego y veo que me esperan arregladas en el salón sé que aún falta mucho para que esa persona se abra de verdad». Son usuarios que apenas salen a la calle y acompañarles tiene un lado triste. «Son muy mayores y vamos viendo como se marchan, como la cabeza les abandona». Pero Carmen se queda con lo positivo, con su pequeña aportación para que esas personas recorriesen acompañadas la última etapa de sus vidas.

«Recibes mucho más de lo que das. Esto es muy gratificante»

 

 

Lázaro Míguez tiene poco más de 40 años y es enfermero en el CHOP. Llegó a Cruz Roja hace pocos meses empujado por otros compañeros que ya colaboraban como voluntarios con esta organización. Se integró desde el primer momento en el equipo de Socorro, como parte del personal de la ambulancia y del encargado de las iniciativas de prevención. Asegura que la experiencia es muy gratificante. «Recibes mucho más de lo que das», asegura. «Aquí me encontré con un equipo humano que desde el primer minuto me trató como si me conociese de toda la vida. Pero ocurre con lo mismo con los usuarios de cualquiera de los servicios que prestamos. Si alguien viene y prueba, estoy seguro de que se queda». Para Lázaro Míguez la decisión de integrarse en el equipo de voluntarios de Cruz Roja fue sencilla. «No me queda mucho tiempo libre, pero de vez en cuando tenía una hora libre que dedicaba a lo mejor a ver una serie. Decidí probar. Y estoy encantado». Y es que el programa de Cruz Roja es tan flexible que se adapta al horario y disponibilidad de cada uno de los voluntarios. «Es todo cuestión de organizarse para poder hacerlo todo. Hay que renunciar a un rato de sofá o a una caña una vez a la semana, pero merece mucho la pena y ese tiempo repercute en que muchas personas estén mejor». Lázaro Míguez no tiene ninguna duda. Animaría a quien tenga alguna inquietud social a probar. «Hay que armarse de valor y acercarse, porque reconozco que el primer apaso suesta