El productor Julio Fernández destaca la elección de Combarro para el filme
06 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Al igual que ocurre estos días, hace exactamente veinte años las calles de Combarro se convirtieron en el plató de una película hoy de culto en Estados Unidos, Dagon. La secta del mal. Al frente de este proyecto se encontraba el productor Julio Fernández. Natural de Cereixido, en el concello lucense de A Fonsagrada, el cofundador de Filmax disfruta hoy de su jubilación en Miami donde sigue relacionado -«como hobby», aclara- con la industria cinematográfica. Y más concretamente, con el cine de animación: «Estoy con un proyecto, pero para divertirme un poco».
Dagon fue la segunda película de la Fantastic Factory una filial derivada de Filmax y centrada específicamente en producciones de serie B, ya fueran de terror o género fantástico. Fue una aventura de nueve filmes a lo largo de seis intensos años que surgió «de la necesidad. Dicen que la necesidad agudiza el ingenio y, como distribuidores, buscábamos películas, principalmente, en Estados Unidos fantásticas y de terror. Llegó un día que me dije ‘‘¿por qué no somos capaces de hacer películas de este tipo?’’. Yo las compraba sobre plano, a veces, con solo un tratamiento, ni guion, ni nada», señala.
«La ignorancia te hace ser osado», reflexiona rememorando cómo fue el paso de clonar el modelo estadounidense en España. «En el terror no solo es tener talento, hay que tener oficio y darle el look que le daban los americanos». Esta fue la premisa que le hizo hacer desembarcar en territorio nacional a verdaderos nombres de la serie B más genuina: los directores Brian Yuzna y Stuart Gordon y los actores Ezra Godden, Anna Paquin, Julian Sands, Jeffrey Combs… Que se sumaron, a lo largo de estos nueve proyectos, a directores y actores patrios de la talla de Jaume Balagueró, Fele Martínez, Pepe Sancho, Neus Asensi, Elsa Pataky, Santiago Segura, Paul Naschy -nombre artístico de Jacinto Molina-, José María Pou, Manuel Manquiña, Macarena Gómez o, incluso, el nadador David Meca.
Lo que ya no es tan conocido es el hecho de que Julio Fernández sacó el nombre de Fantastic Factory de una revista de su propiedad, Fantastic Magazine. «Y nos presentamos en Cannes con toda una planta impresionante, como los americanos, solo que en lugar de poner Los Ángeles o Nueva York, ponía Hospitalet de Llobregat. Y ahí ya presentamos las primeras películas».
Al cofundador de Filmax se le adivina una sonrisa al otro lado del teléfono cuando, al echar una vista al pasado, destaca las repercusiones que aquella filial tuvo más allá de esos nueve proyectos. «Yo lo que hice fue poner una línea especializada en cine fantástico y todo lo que ha seguido haciendo en este género Filmax -caso de la saga [REC] o películas como Retornados, entre ellas- bebe de esta línea. Fantastic Factory nació como un concepto de producto de género para exportar al mundo y producir aquello que nosotros como distribuidores comprábamos».
De primeras, rechaza la tesis que muchos sostuvieron de que se quisiera copiar el modelo de la Hammer inglesa, aunque, acto seguido, matiza que «la Hammer la compré yo. Cuando adquirí la librería Ran me hice con todo el catálogo de la Hammer, por lo que quizás sí tuvo algo que ver a la hora de tomar la decisión».
Es por ello que Julio Fernández considera que la Fantastic cumplió con creces las expectativas: «Fue la mejor decisión de mi vida profesional. Esta y la primera idea de montar otra factoría, una factoría de ideas de la que surgió lo que hoy es Filmax, que tiene una presencia universal, en todo el mundo».
«Un rodaje durísimo»
Y llegó el otoño del 2000 y el rodaje de la segunda película de la Fantastic Factory: Dagon. La secta del mal. Coincide Julio Fernández con los protagonistas del fime en que «fue un rodaje durísimo. Todo lo que aparece como lluvia era real y es que, además, era torrencial. No hubo que hacer lluvia artificial porque se aprovechó la meteorología. Es algo insólito. Fue de una dureza extraordinaria».
En este punto, desvela uno de los secretos mejor guardados de la producción: «Stuart Gordon, que en paz descanse, era un hombre que ponía muchas dificultades. De hecho, estuve a punto de despedirlo a medio rodaje. Es algo que ya le pasó con Cariño, he encogido a los niños -Gordon finalmente figura acreditado como guionista-. Le apreciaba a nivel personal, pero era muy complicado».
Prueba de este carácter es el hecho de que «tuve problemas para hacer el seguro precisamente por eso, porque sabían que era muy complicado, pero yo quería ese seguro por si surgían problemas y poder decirle: ‘‘Bueno, hasta aquí hemos llegado’’. Es cierto que en España es difícil hacerlo, pero internacionalmente es algo que pasa».
En su momento, la crítica especializada española vapuleó la película -«rodamos en inglés, cosa que entonces nos criticaban», precisa Julio Fernández-, mientras que no ocurrió lo mismo con la estadounidense. Dos décadas más tarde, Dagon es considerada un clásico moderno, una película de culto y una de las mejores adaptaciones de las obras de H. P. Lovecraft.
«Me gusta más ahora que entonces. Se ha vendido en prácticamente todo el mundo», se sincera el productor, al tiempo que destaca que es habitual que periódicamente alguna plataforma la oferte a sus abonados.
Eso sí, Fernández tiene claro que una de las mejores elecciones fue situar la acción en Combarro. «Fue algo excepcional. Ha sido uno de los grandes aciertos, porque Combarro es único. Me encanta, pero es que había un restaurante en una placita que no sé si tendría alguna estrella Michelin, pero era fantástico. Tenía unos puros estupendos. No olvidaré nunca la comida y el puro de ese restaurante de Combarro», sostiene mientras destaca la buena acogida que tuvo el equipo por parte de los vecinos de esta localidad de Poio.