
Desde aquel último 8M nos hemos sumergido en un túnel del que apenas empezamos a salir. Nos tuvimos que familiarizar con las PCR, los ERTE o con el teletrabajo
27 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.«En el horóscopo chino, este 2020 era el año de la rata. Difícilmente cabe imaginar peor y al mismo tiempo más atinada definición…». Así empezaba uno de esos mensajes que me llegó y que tanto circulan por grupos de WhatsApp en estos días de Navidad. Ciertamente nunca olvidaremos este nefasto 2020 que nos ha arrebatado tanto en lo personal, en lo social, en lo familiar… Que nos ha costado las muertes de casi 1.400 conciudadanos de Galicia, alrededor de 80 en el área sanitaria de Pontevedra-Salnés.
Acostumbro a dedicar este último artículo del año a hacer un balance de cómo ha resultado a efectos informativos. Resulta deprimente cualquier ejercicio de retrospectiva. El puñetero virus lo ha copado prácticamente todo desde que se hizo con el pleno protagonismo informativo. Nueve meses seguidos de monotema. Repasando los artículos, comprobé que desde el 15 de marzo, prácticamente todas las semanas transcurridas, salvo contadas excepciones, la pandemia y sus diferentes consecuencias han motivado la mayoría de los argumentos de estas contraportadas.
Aquel 8 de marzo
Estoy recordando el fin de semana del 8M en Pontevedra. Aquel domingo, la información relativa al coronavirus en nuestra provincia refería sucintamente un brote surgido en una familia rumana asentada en Moaña, que eran atendidos en el Cunqueiro. Empezábamos a oír hablar de casos importados. Pero aún ni palabra de pandemia, a pesar de los avisos de la OMS. Si acaso, aludíamos a una amenaza sanitaria.
De modo que se celebraron los actos reivindicativos del Día Internacional de la Mujer. Resultaron algo diferentes a los vividos en los dos últimos años, sin manifestaciones tan concurridas como las que tuvimos en 2018 y 2019 en esta ciudad. No obstante, tuvimos un evento denominado Tour Universo Mujer, promovido desde la concejalía de Deportes, y los actos impulsados por colectivos feministas que se apiñaron bajo el título Galegas 8M, que sí incluyeron algunas movilizaciones. Ese fin de semana, el Teucro jugó en casa, en el pabellón municipal de deportes, con 500 espectadores en las gradas; cientos de familias acudieron al Pazo da Cultura al arranque del Salón do Libro; se desarrollaron varios actos de precampaña electoral con la presencia de candidatos a las elecciones gallegas y en Sanxenxo se celebró la Gala de entrega de premios del Congreso del Trabajador Autónomo con un pleno de autoridades entre los más de 300 invitados.
Mal podíamos imaginarnos que ese día se fraguaban también en Pontevedra, como en el resto de España, cientos, miles de contagios. Recordemos que solo una semana después, ya en estado de alarma, teníamos en Galicia más de un centenar de infectados, 36 de ellos en la provincia de Pontevedra donde ya habíamos registrado los dos primeros fallecimientos de ancianos ingresados en Povisa y Montecelo.
Supimos de Wuhan
Desde entonces, nada ha sido igual. Nos ha cambiado la vida. Las referencias. Descubrimos Wuhan, su mercado de animales vivos, el pangolín, los murciélagos y otros gustos gastronómicos de China probablemente vinculados al origen de este horror. Hemos tenido que aprender a manejarnos entre confinamientos perimetrales, restricciones, grupos burbuja, positivos, cuarentenas, asintomáticos, PCR, test de antígenos y demás jerga derivada de síntomas y protocolos que nos eran perfectamente desconocidos hace un año. Vivimos una primavera enclaustrados. Redescubriendo el valor del barrio, del aplauso solidario de las ocho desde ventanas, balcones y terrazas; el mérito del vecino que hacía de animador de la comunidad. Nació la «policía del visillo», nos familiarizamos con el takeaway, el delivery, la compra online y llegó para quedarse el teletrabajo.
Nos hemos topado con los ya famosos ERTE, con los que deberemos convivir quién sabe cuántos meses más. Y sectores como el comercio de proximidad, el turismo, el ocio nocturno y la hostelería, y con ellos miles de autónomos y pequeños empresarios, han reafirmado su condición de sistémicos en la economía local, gallega y nacional. Eso, a pesar del mínimo o nulo reconocimiento recibido por parte de las administraciones. El paupérrimo decreto de ayudas a la hostelería y demás sectores, aprobado en el último consejo de ministros, después de la marcha Operación Rescate, protagonizada por once hosteleros de la comarca, constituye un nuevo y doloroso bofetón.
Tercera ola
La pandemia borró del calendario la Semana Santa, casi todos los puentes, la práctica totalidad de las fiestas y eventos gastronómicos del extenso calendario gallego (Marisco, Albariño, Romería Vikinga, Feira Franca, Festa da Auga, Peregrina…). Apenas tuvimos un mes y poco de verano y nos sumergimos en un septiembre tenebroso lleno de brotes con la segunda ola al tiempo que comenzaba un curso escolar diferente, el curso del virus. Y ahora celebramos una Navidad rara. Con perímetros; pero con licencias que veremos cuán caras nos resulta.
Nos aprestamos al embate de una tercera ola que los especialistas sanitarios dan por descontada después de las celebraciones navideñas. Al menos tenemos la inyección de esperanza. La que resulte de la administración de las primeras vacunas que a partir de hoy y en próximos días, se inocularán a nuestros mayores y sucesivamente a los demás grupos determinados.