«Los niños se comen el pulpo a dos manos, pero hay padres reticentes a dárselo. Y es sanísimo»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

María Luisa Rodríguez, pulpeira de la emblemática Casa Fidel de Pontevedra, echa por tierra muchos mitos en torno al cefalópodo, como que no sienta bien si se consume y se bebe agua

25 nov 2021 . Actualizado a las 19:33 h.

María Luisa Rodríguez (Pontevedra, 1965) es la pulpeira de Casa Fidel, un establecimiento del que puede decirse sin titubeos que es el rey del cefalópodo en Pontevedra. Lo es por cantidad —cuece 40 kilos de pulpo los días más flojos y el doble en los más fuertes— y por calidad —las opiniones, en las redes sociales y en el calle corren a su favor—. Charlar con María Luisa es entender que cocinar bien el pulpo á feira es un arte. Porque por mucho que ella insista en que «no es que no quiera contar el secreto, es que el pulpo no tiene secreto», verla cómo prepara su primera potada del día es toda una concesión artística. Sirva de ejemplo que, en medio de la conversación, se levanta unas cinco o seis veces a pinchar y poner el ojo en el pulpo que borbotea con ganas en la gran pota plateada. Lo mira como si fuese el primero que cocina en su vida, sin tratarle de tú a tú después de 21 años a vueltas con el género. A la séptima u octava vez que lo pincha, pronostica: «Listo, hay que apagarlo». ¿Cuántos minutos le llevó? «Ni idea, cada pulpo es un mundo, el tiempo nunca es el mismo, cuando está, está», espeta esta mujer de frases vivas y sonrisa franca.

María Luisa encarna la tercera generación de Casa Fidel, que lleva desde el año 1956 ofreciendo pulpo en una cuesta empinada de la zona monumental pontevedresa. Los fundadores fueron los abuelos de su marido; un matrimonio llegado de Leiro (Ourense) que primero se dedicó a vender pulpo en las ferias y luego abrió el negocio hostelero. Tras los creadores, llegó la segunda generación, encarnada por Sira, la suegra de María Luisa, y la persona que se lo enseñó todo: «Fue una maestra excepcional», dice.

María Luisa, aparentemente, no iba para pulpeira. Pero hace 21 años su vida dio un giro: «Yo trabajé en Prenatal 17 años, y mira tú, al final me hice pulpeira». Ella y su marido, Guillermo, tomaron las riendas de Casa Fidel. E hicieron bueno eso de que lo que funciona no hay que tocarlo mucho: «El buque insignia de la casa sigue siendo el pulpo, que tiene que ser de buena calidad. No tiene que ser gallego, porque no lo hay siempre ni en cantidades grandes, pero sí de calidad. A partir de ahí, se cuece con agua del grifo y al sacarlo se le echa sal, aceite virgen extra y pimentón. No hay secreto», insiste. 

Echando leyendas por tierra

¿Por qué su pulpo siempre sale perfecto y con otros no ocurre lo mismo? «Bueno, será que llevo 21 años aquí», responde María Luisa, que insiste en que hay demasiados mitos y leyendas en torno al cefalópodo y casi ninguna es cierta. Se le pide que rompa con ellos, y resuelve: «Pues mira, lo de no beber agua con el pulpo es un mito. No es verdad que siente mal, lo que pasa es que a la gente le gusta beberlo con vino. Pero los niños, empezando por mis nietos, lo comen aquí con agua y están perfectamente».

Es hablar de los críos y que María Luisa reflexione sobre lo que ve en el local: «Los niños se comen el pulpo a dos manos y sin embargo hay muchos padres reticentes a dárselo. Es increíble, porque es sanísimo, tiene un montón de vitaminas y se hace de forma totalmente natural», opina ella. Luego, añade: «Yo es que soy de la vieja escuela, y creo que las cosas naturales se le deben dar a los niños». En realidad, el Ministerio de Consumo le da la razón a esta mujer, ya que indica que el pulpo, bajo en mercurio, es un alimento apto para los rapaces desde pequeños. De hecho, está entre las especies que se recomienda que los niños —de todas las semanas— consuman entre tres y cuatro raciones a la semana. Eso sí, como apunta María Luisa, «hay que cortarlo bien para evitar que se atraganten, y se le pueden quitar las ventosas».

María Luisa, que atiende a muchos pontevedreses pero que también sirve raciones por doquier a peregrinos y turistas, señala que muchas personas comen pulpo por primera vez en su local «y es raro que no les guste». Habla así y, cómo no, se levanta a mirar si su pulpo está ya al punto. No tiene caldero de cobre, sino moderna pota de acero. Otro mito que se cae con María Luisa.