Yonier, inmigrante en Pontevedra: «Ahora estoy con una mano delante y otra detrás en el comedor social, pero un día aportaré a este país»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Yonier, recogiendo un táper de comida en el comedor social de Pontevedra.
Yonier, recogiendo un táper de comida en el comedor social de Pontevedra. RAMON LEIRO

Con 41 años, vino de Colombia hace seis meses y se empleó pintando casas o en la vendimia. Su ilusión es poner sus papeles en regla y poder «trabajar y cotizar a la Seguridad Social»

29 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Yonier López nació en Cali, la ciudad de Colombia donde bailar salsa con enorme sonrisa en la boca es todo un arte. Pero, también, una urbe con grandes contrastes económicos donde las clases bajas y medias lo tienen tremendamente difícil. Yonier, de 41 años, era repartidor de comida rápida. Quería «cambiar de vida, progresar económicamente». Así que, empujado por cómo le habían ido la cosas a su hermana, que hace un año se vino a Pontevedra, él también cruzó el charco y desembarcó en la ciudad del Lérez. Han pasado seis meses desde entonces y Yonier, un jueves cualquiera a mediodía, está cogiendo un táper de comida en el comedor social de Pontevedra, en las llamadas colas del hambre. Agarra el recipiente donde viaja un caldo de verdura con habas y dice con convicción: «Ahora voy al comedor social, porque estoy con una mano delante y otra detrás, pero sé que un día aportaré a este país. Sé que tendré un trabajo legal y que pagaré mi Seguridad Social en España. Y eso es aportar».

A Yonier, como a tantos cientos de inmigrantes, lo que le frena actualmente son sus papeles. Está en una situación irregular y, por lo tanto, por ahora no puede tener un contrato laboral. En los meses que lleva en Galicia, tuvo ocupaciones esporádicas. Trabajó veinte días en la vendimia o como pintor de casas. Dice que haber bajado el espinazo recogiendo uva le dio la vida: «Pude ponerme al día y pagar mi alojamiento. He alquilado una habitación y con ese dinerito que junté la pude pagar». Tras hacer frente al alquiler y a algún otro gasto imprescindible, no le queda más remedio que tirar de la beneficencia para poder comer. ¿Pensaba que las cosas serían más fáciles en España? Niega rotundamente con la cabeza: «Para nada, yo traía los pies en la tierra y sabía que esto iba a ser durísimo. Llegar a otro país y sobrevivir es difícil... Pero también sabía que quería venir e intentar mejorar mi vida. Si no lo consigo, me iré de vuelta».

«Solito, solito»

Yonier cuenta que tiene una hija en Colombia. Pero que, de momento, va a estar en España «solito, solito» porque cree que hasta que su situación se regularice sería una temeridad traer a más miembros de su familia. De momento, tampoco pudo mandar dinero a Colombia para ayudar a los suyos. Le basta con intentar sobrevivir en Pontevedra. No parece que se vaya a rendir: «El ser humano se adapta a todo», concluye él.

Se va Yonier y llega una pareja de venezolanos a coger comida para el almuerzo y la cena. Apenas quieren hablar. Pero con una frase lo dicen todo: «Aquí solo se viene por mucha necesidad, nadie por gusto».