«A veces tardo más de una hora en colgar, sobre todo si les veo tristes»

Hace una década que María Eva Pereira, que vivió muchos años en Venezuela y luego retornó a España, es voluntaria de Cruz Roja. Ella es una de las veinte personas que llaman a los mayores en Pontevedra y O Salnés para interesarse por ellas y darles conversaciones. Contesta a la entrevista, precisamente, cuando acaba de colgar el teléfono con una usuaria del programa que la dejó un poco triste: «Pobrecita, estaba ya pachucha porque había muerto su marido y ahora me acaba de decir que falleció su hijo de un infarto. Está destrozada», explica Eva. 

Eva, que dice que es voluntaria porque le gusta ayudar pero también porque su labor la hace sentir mejor consigo misma, señala que las conversaciones no siempre son tristes. Indica que muchas veces los mayores le cuentan lo que hicieron de jóvenes y que sus historias son deliciosas: «Como no suelen tener vivencias nuevas cuentan lo de antes y muchas veces sus familias están hartas de oír lo mismo. Para mí es una novedad», dice. Otras veces sí que las charlas son más complejas, y a ella se le parte el alma: «A veces tardo más de una hora en colgar, sobre todo si les veo tristes. Hay días que alguno te dice que no tiene ganas de vivir, que dice que no sabe qué está haciendo ya aquí. Yo le digo que no puede hablar así, que claro que pinta mucho aquí y poco a poco se animan. Da gusto ver que al final se ríen».

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