Alfredo Solla: «Procuro no pensar en la esclerosis. Es una manera de alejarme de ella»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Alfredo Solla, paciente de esclerosis múltiple, en el casco urbano de Bueu
Alfredo Solla, paciente de esclerosis múltiple, en el casco urbano de Bueu Ramón Leiro

Este vecino de Bueu de 42 años pide más dinero para investigar la enfermedad y más empatía a la sociedad

02 may 2023 . Actualizado a las 19:47 h.

Esclerosis múltiple. En su caso, esclerosis múltiple remitente recurrente (EMRR). Es la enfermedad con la que vive Alfredo Solla Lorenzo, un vecino de Bueu de 42 años natural de Hío (Cangas do Morrazo). Él es una de las 55.000 personas que en España se estima que padecen esta dolencia neurológica que afecta al sistema nervioso central, formado por el cerebro y la médula espinal. Conocida como «la enfermedad de las mil caras», para Alfredo, Solla para sus amigos, todo empezó hace más de veinte años. Mientras se toma un agua del tiempo en una cafetería de Bueu recuerda aquella caída en su casa. «Trabajaba en una empresa de Vigo y me falló la pierna. Me caí en casa y tenía dolor, lo comenté con mi hermano, pero no le di mucha importancia».

Las alarmas se empezaron a encender poco después tras jugar un partido de fútbol entre solteros y casados en Hío por San Lorenzo. Pasó el encuentro, pero Alfredo se quedó con unas agujetas y un dolor en los músculos de las piernas que no remitían. Fue al médico. El facultativo de cabecera lo achacó a «un sobreesfuerzo». Pero cuando él y su familia tuvieron claro que algo le estaba pasando a su cuerpo fue en un festival, A Noite do Trasno, que se hacía en Udra. Cuenta Alfredo que había aparcado bastante lejos, en la iglesia, y que la vuelta se le hizo «un calvario» con un dolor inexplicable al caminar. Habló con sus padres y se movieron mucho. «Fui a una clínica privada a un traumatólogo y tras verme me dijo ‘Esto no va a ser cosa mía’», rememora. De ahí lo derivaron a un neurólogo y tras unas pruebas le dijeron que tenía una enfermedad desmielinizante. «El diagnóstico de esclerosis múltiple llegó con 22 años. Me tuve que mover bastante porque tienes que tener dos brotes al año para que te reconozcan la enfermedad», aclara. No tenía antecedentes de esclerosis múltiple conocidos en su familia ni sabía de la dolencia. «Estuve en shock y fue un momento de mucha inquietud. Entonces ibas a los libros a buscar, ahora tecleas la enfermedad», comenta. En la Asociación Viguesa de Esclerosis Múltiple de Pontevedra (Avempo) encontró algunas respuestas. ¿Cómo está hoy Alfredo?, se le pregunta. «Bien porque tengo unas rutinas muy marcadas. Tomo una pastilla al día para la esclerosis y otras para otras cosas, para poder dormir y descansar». Cuenta que lleva un año de baja en la fábrica de mantenimiento en la que trabaja porque está expuesto a temperaturas muy altas o muy bajas que no sientan bien a su cuerpo. «Estoy enfermo, pero quiero trabajar mientras pueda. Por eso pedí que me asignen al turno de mañana. Ahora estoy pendiente del INSS (Instituto Nacional de la Seguridad Social)», expone.

Alfredo puede andar, pero si camina mucho su cuerpo dice basta. Sabe de lo que habla porque tuvo una caída y se rompió el coxis. Así que a veces echa mano de los bastones de trekking. De momento no tiene problemas de habla, «aunque a veces se me traba la lengua», y sí tiene dificultades con el trabajo fino con las manos. Va a rehabilitación dos días a la semana para fortalecer los músculos y hacer estiramientos. Se lo paga de su bolsillo. Descubrir EMMO, la Asociación de Esclerose Múltiple do Morrazo que nació en el 2021, fue un apoyo importante. «Tenemos un grupo de WhatsApp y nos contamos cosas. Es una ayuda, conoces otras historias y te entienden», subraya. Supo del colectivo por la prensa en un acto que hicieron en Moaña. Allí conoció a María Sanluís, la psicóloga que preside EMMO.

«De las mejores»

Aficionado a los ralis y a la lectura en papel, Alfredo descubrió el arduino por iniciativa de su pareja y está haciendo sus pinitos con la programación. Apunta que en su caso la enfermedad es «muy invisible». «Si no llevo los bastones se presta a engaño. Me dicen, ‘¡Qué bien te veo!’, y yo les digo, ‘Te cambio mi cuerpo’. Llevo bastante tiempo sin brotes y procuro no pensar en la esclerosis. Supongo que es una manera de alejarme de ella y de perder el miedo. Pero sí tengo mi carpetilla y una enfermera especializada en esclerosis en Vigo a la que puedo llamar». Afirma que su esclerosis, aunque no tiene cura, es «de las mejores» y tiene claro el mensaje que quiere transmitir a las Administraciones públicas y a la sociedad: «Que se involucren más en investigación con más dinero y que haya más ayudas para rehabilitación y logopedia. Además de más empatía, en general». Alfredo se despide dando las gracias a sus compañeros de empresa.