Dejaron Venezuela tras un secuestro y emprendieron en Pontevedra: «Salimos dispuestos a cualquier cosa, no podíamos seguir sufriendo»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Yesenia Barragán y José Boullosa, en el taller que dirigen en Pontevedra
Yesenia Barragán y José Boullosa, en el taller que dirigen en Pontevedra CAPOTILLO

Yesenia Barragán y José Boullosa montaron un taller mecánico y rehicieron su vida. Ahora busca empleados para poder abarcar más carga de trabajo

30 ene 2024 . Actualizado a las 18:07 h.

Yesenia Barragán y José Boullosa salieron de Venezuela con lo puesto hace seis años. El secuestro de José fue el punto de inflexión de una huida que rondaba la cabeza de esta familia desde que nacieron sus hijos. Cerraron las puertas de sus dos casas y la del taller de recambios que dirigían, metieron su vida en cuatro maletas y se subieron a un avión para empezar de nuevo en Pontevedra, de donde era natural la familia de José. Atrás quedaban sus familiares y una vida acomodada, pero la incertidumbre con la que viajaban valía la pena. Querían ser felices y estar tranquilos. «Estábamos dispuestos a cualquier cosa, teníamos dos hijos de 15 y 11 años y no queríamos seguir sufriendo», comenta Yesenia, sentada en un uno de los taburetes del taller mecánico que regentan ahora en Pontevedra. Lo dirige este matrimonio y Javier Boullosa, el primo de José, que también salió de Venezuela en busca de una vida mejor.

En una mañana de lunes hay movimiento en Talleres Croix, un lugar tan limpio y ordenado que sorprende a los que cruzan el portón de entrada. José está en el ordenador de la entrada, mientras Javier atiende a una señora que tiene problemas con su vehículo. Lo gestionan entre los tres, pero necesitarían a alguien más para poder asumir más carga de trabajo. «No encontramos a nadie, llamé a toda la lista que me dieron en la oficina de empleo, incluso a gente de Valencia, pero nada», explica José Boullosa, que lamenta las trabas que se encuentra para poder traer a un mecánico de Venezuela. «Tenemos más carga de trabajo porque la gente no sabe si comprar un híbrido, un eléctrico o uno diésel y prefiere arreglar el que tiene, pero no podemos asumir más coches porque necesitamos un empleado que no encontramos», explica Yesenia con resignación.

Antes de llegar a Galicia, le comentaban a sus amigos del centro gallego de Venezuela que cuando llegasen a Pontevedra intentarían emprender montando un taller. «Me sorprendía que muchos me decían que no, que era mejor ser empleado», explica José Boullosa, que ahora comprende a qué se referían.

Pero él lleva desde antes de cumplir los 30 años marcando sus ritmos de trabajo y quería seguir haciéndolo. Hasta las empresas de las alarmas les han dado un toque por lo inusual de sus horarios. «A veces me quedo hasta las once de la noche o una de la mañana trabajando porque hay que sacar el taller adelante», comenta.

Cuesta ganar confianza

Trabajan de sol a sol y reconocen que ganarse la clientela en Galicia es una tarea dura. «Eso sí, cuando confían en ti, es para toda la vida», puntualiza. Este matrimonio que salió con su vida metida en cuatro maletas repetiría una y mil veces cada paso que dio. Y eso que al año de poner en marcha el taller, llegó la pandemia. «Pasamos momentos muy duros en los que hasta pensamos en dejarlo, pero ahora parece que todo se ha encaminado y las reseñas de Google nos han ayudado mucho», apunta Yesenia.

Cuando le entra la nostalgia y se ve llorando por lo que echa de menos Venezuela piensa en la libertad de sus hijos. «Aquí son felices, pueden salir sin miedo. Una de las cosas que marcó a uno de ellos fue que nos quedamos tirados en la autopista y el hombre de la grúa nos recomendó escondernos en el bosque mientras no nos arreglasen el coche», recuerda. Ese hijo, que ya es un joven de 21 años, está acabando un ciclo superior de FP en Vigo y el pequeño está en bachiller para poder estudiar una ingeniería en Vigo. «Les pido que nunca pierdan esa sonrisa, lo material no vale nada», advierten Yesenia y José, que dejó atrás dos casas y un taller que intenta cuidar su madre. «Ahora no me darían ni diez mil dólares por el chalé de Caracas», lamenta. Por muchos años que pasen, no se olvida de lo que vivió. Le gustaría que su familia se uniese a su proyecto en España porque «en Galicia te sientes en el cielo».

Yesenia Barragán y José Boullosa, en su taller Croix, en Pontevedra
Yesenia Barragán y José Boullosa, en su taller Croix, en Pontevedra CAPOTILLO

Un secuestro del que se escapó por la selva le abrió los ojos para dejar su país y emigrar

José Boullosa hizo el mismo viaje que sus padres, pero a la inversa. Ellos dejaron Pontevedra en la década de los sesenta para instalarse en un país próspero como era en esa época Venezuela. Apenas tardaron cinco días en arreglar los papeles y ponerse a trabajar en la construcción. Seis décadas después, José y Yesenia volvieron a emigrar. En esta ocasión no cogieron un barco, sino un avión en Caracas para regresar a Pontevedra, donde tenían familia.

Este matrimonio decidió huir cuando secuestraron a José por segunda vez. «Fue a hacer fotos de unas patrulleras a un taller para ver qué recambios le podían vender y unos hombres haciéndose pasar por policías los secuestraron a él y al dueño del taller», explica su mujer. El relato estremece. Los llevaron a un monte en las afueras de Caracas y cuando iban a abrir la puerta de atrás con una pistola en la mano, José y su amigo los golpearon con la puerta y salieron corriendo monte abajo: «Estaban cerca de una zona en la que hay bandas y pidieron ayuda a uno de los jefes. Llevaba una pistola en el coche, pero estaban tan desesperados que no tenían opción». Le duele hasta recordarlo. «En el consulado me dijeron que ahora irían a por mi familia», añade José Boullosa.

Durante un año prepararon la documentación y en julio del 2018 se despidieron de su familia en el aeropuerto como si solo se fuesen de vacaciones. «Si la guardia nacional sospecha que te vas del país, te retienen la documentación para que no puedas escapar», concluye Yesenia, que aún sufre al recordar cómo dijo adiós a sus padres y hermanos.