Un cuarto de siglo de A Illa das Esculturas, piezas mimetizadas con la naturaleza

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

A Illa das Esculturas, el proyecto artístico diseñado por Antón Castro, cumplirá un cuarto de siglo como espacio expositivo al aire libre de doce renombrados artistas contemporáneos

11 jun 2024 . Actualizado a las 12:31 h.

Muchos años antes de que fuera lo que es hoy en día, Antón Castro descubrió A Illa das Esculturas persiguiendo a un perro. «Era inaccesible porque había un montículo a la entrada. Era una isla sin nombre, la Illa da Xunqueira», señala quien lleva desde 1976 vinculado al mundo del arte, principalmente como comisario en exposiciones y quien fue el principal artífice de que A Illa das Esculturas fuese una realidad a finales de julio de 1999, si bien el proyecto ya estaba diseñado desde hacía unos años antes.

En este entorno bañado por el Lérez, se integran en la naturaleza las obras de doce reconocidos artistas nacionales e internacionales, tres de ellos gallegos —Francisco Leiro, Enrique Velasco y Fernando Casás—. «Lo que pretendía con A Illa das Esculturas al convocar escultores que condicionaron la escultura en la segunda mitad del siglo XX, como Robert Morris, Dan Graham, Richard Long, Jenny Holzer... que son las grandes stars mundiales de la escultura, era recuperar una zona de borde para Pontevedra». Castro tiene claro que la escultura «es una concepción que dinamita un espacio para existir».

Tiene claro que antes de que fructificara este proyecto, «Pontevedra vivía de espaldas al río y creo que hace 25 años, con A Illa das Esculturas, ganó una zona periférica de borde y ganó un río». A este respecto, Antón Castro remarca el hecho de que «son reversibles las actuaciones escultóricas. Una escultura hoy no es un monumento. Sería ridículo en la concepción actual, sobre todo, desde la conciencia posmoderna. Se ha ganado un espacio de 70.000 metros cuadrados, paradisíaco, y un espacio social, cultural y artístico para Pontevedra», añade quien, junto a Rosa Olivares, fue comisario de este proyecto.

La fructificación del mismo es consecuencia de la propia labor profesional de Antón Castro, que le llevó a vivir en distintas partes del mundo y le permitió conocer, ya no solo los parques de esculturas, sino intervenciones artísticas en la naturaleza. Todo ello germinó cuando «descubrí, de pronto, una isla fluvial de 70.000 metros cuadrados, que me parecía paradisíaca. Una isla que los pontevedreses prácticamente desconocíamos. Traté de recuperar esa isla en términos sociales, culturales y artísticos» fijándose en los modelos franceses, italianos, holandeses o alemanes «donde se recuperaron parques y espacios naturales con intervenciones de artistas».

En este punto, remarca que si el proyecto se hizo realidad fue gracias a una serie de figuras, entre las que destaca la Sociedade de Xestión Xacobeo, el que era alcalde entonces de Pontevedra, Juan Luis Pedrosa, y la delegada de Cultura, Pilar Rojo. Con respecto a estos dos últimos, Antón Castro considera que fueron «fundamentales. Tenía un proyecto en la cabeza desde hacía muchos años, pero necesitaba dinero para llevarlo a cabo».

«Elogio del granito»

Cuando Antón Castro concibió esta iniciativa se iba a llamar Elogio del granito, «un título chillidesco», ya que «el nexo era el granito porque es un material identitario de Galicia, un material etnográfico, prehistórico, que marca la identidad histórica y prehistórica de Galicia, pero, a la vez, es un material económico. Galicia es la quinta exportadora mundial de granito».

Sin embargo aquel Elogio del granito pasó a llamarse A Illa das Esculturas «porque fue la propia ciudadanía, la gente que visitaba aquella isla mientras estábamos elaborando las esculturas, la que empezó a llamarla así», refiere aludiendo a que desconoce el origen de otra denominación de este enclave, Illa do Covo. «Nunca supe por qué, pero sé por qué el pueblo le llamó y le llama A Illa das Esculturas y para mí será siempre A Illa das Esculturas. Nosotros asumimos este nombre porque fue el propio pueblo de Pontevedra que lo nomencló así».

Antón Castro no obvia las críticas que reprochan el estado de abandono que, en ocasiones, se puede observar en este entorno. «Es evidente que no tenemos la misma conciencia cultural que puede haber en otros países», apunta dejando claro que esto no es solo criticable a los políticos, sino también a la ciudadanía.

En este sentido, alude a los que realizan grafitis o recuerda cómo el responsable de un puesto de cervezas, «de una forma vergonzosa y escandalosa», ató con cuerdas a la escultura de Ulrich Rückriem un toldo. «Es como si uno ata al Guernica o a una escultura de Chillida unas cuerdas para sostener un toldo. Me parece totalmente ridículo. Hablo de una falta de conciencia de sensibilidad y de responsabilidad (...). Es la propia sociedad quien tiene que tener una conciencia».

En todo caso, remarca que «debía haber un plan de mantenimiento. Yo lo había presentado hace 25 años, hicieron caso omiso de él, porque las esculturas, que son simples gestos y signos mimetizados en la naturaleza, no se han tenido en cuenta mucho», se reafirma convencido de que no existe conciencia política de la importancia de A Illa das Esculturas, porque «ven solamente una actuación puntual». Insiste en que se ha conseguido ganar un espacio social: «Si yo hoy me siento orgulloso de A Illa das Escultura es porque hemos ganado un espacio para la ciudad».