Fallece Manuel Rodiño Buceta a los 100 años, el embajador de Poio en Uruguay

Alfredo López Penide
López Penide POIO / LA VOZ

PONTEVEDRA

Manuel Rodiño Buceta y Elvira Domínguez, delegada de la Xunta de Galicia en Uruguay, en el 100 cumpleaños del primero
Manuel Rodiño Buceta y Elvira Domínguez, delegada de la Xunta de Galicia en Uruguay, en el 100 cumpleaños del primero XUNTA DE GALICIA

Nacido en Poio, ocupó cargos en las directivas del Centro Gallego, que llegó a presidir, Casa de Galicia, Club Español y el Hogar Español

21 ene 2025 . Actualizado a las 09:54 h.

Cuando apenas restaba algo más de un mes para que soplase las velas de lo que sería su 101 cumpleaños, la muerte sorprendió a Manuel Rodiño Buceta, el emigrante de Poio que ejerció de embajador simbólico de este concello al otro lado del Atlántico. Nacido el 31 de marzo de 1924 en O Muíño, con apenas 12 años, en 1936, la Guerra Civil obligó a su madre a exiliarse a Montevideo acompañado por sus dos hijos.

No pasó mucho tiempo hasta que ambos hermano comenzaron a trabajar en el dique naval hasta que fundaron Rodiño Hermanos, firma dedicada a la mecánica de precisión naval.

En marzo del año pasado, rodeado por su familia -hijos, nietos y bisnietos-, su esposa Norma Genovese y sus más allegados. Hasta esta celebración se acercó la delegada de la Xunta de Galicia en Uruguay, Elvira Domínguez, para, de este modo, dejar constancia del «fuerte vínculo entre Galicia y la comunidad gallega en el exterior, destacando la importancia de la emigración gallega en el Uruguay».

Entre los muchos regalos que recibió en aquella jornada, Manuel Rodiño fue agasajado por la Xunta con «una pintura de un emblemático puente del barrio Prado de Montevideo» para, de este modo, simbolizar «el puente cultural que construyó entre Galicia y Uruguay a lo largo de su vida. Su trabajo incansable y liderazgo en al menos tres de las instituciones más importantes de la colectividad gallega en Uruguay fueron ampliamente elogiados, dejando un legado imborrable en el tejido social y cultural de ambos lugares».

De este modo, reseñaron que aquel niño nacido en las proximidades del monasterio de Poio fue «un testimonio de dedicación, amor por sus raíces y un esfuerzo incansable por fortalecer los lazos entre Galicia y Uruguay». 

A lo largo de su vida, Rodiño Buceta ocupó cargos en las directivas del Centro Gallego, que llegó a presidir, la Casa de Galicia, el Club Español y el Hogar Español. En esta última institución recogió el legado de su hermano «para continuar adelante con el propósito tan solidario que sería declarado como el buque insignia de la colectividad española de toda América», recogía el portal Galicia Exterior al hacerse eco de su fallecimiento el pasado 14 de enero.

En este sentido, recordaron unas declaraciones realizadas por el propio Manuel Rodiño al aludir que «fue quizá la única acción colectiva donde las voluntades se unieron dejando a un lado las diferencias políticas del momento. Para entonces, y desde el tiempo de la Guerra Civil, la sociedad española estaba dividida. Las que más sufrieron fueron las instituciones de élite, el Club Español, Casa de Galicia y el Centro Gallego, que quedaron en parte inertes durante un largo período. Se necesitaba gente que atemperara los ánimos, de carácter, pero contemplativa. En esas circunstancias me fueron a buscar para integrar la junta directiva del Centro Gallego y, de pronto, sobre los últimos años de la década de 1960, me encontré ejerciendo la presidencia de tan prestigiosa institución. No imaginaba entonces la labor ardua que me estaba esperando».

Fue, asimismo, impulsor de la Primera Exposición del Libro Gallego y presidió la Casa de Galicia donde debió «no solo enfrentar las controversias políticas, sino transformar un verdadero caos existente. Favoritismos, amiguismos… y más. A las controversias sociales se le sumaban las deficiencias económico-financieras», refiere Galicia Exterior. Por entonces, Manuel Rodiño tenía claro que «lo más importante era la finalización de la construcción del sanatorio ubicado en el barrio de Sayago».

En 1970, el Gobierno franquista le reconoció con la Medalla de Honor de la Emigración en la categoría de plata, mientras que cuarenta y cinco años después, ya con Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, se le vuelve a reconocer, en este caso con la categoría de oro, por «su entrega a la colectividad española y a su ayuda para facilitar la integración en la sociedad uruguaya».