Juan Luis Guerra para su concierto en Sanxenxo al llover agua antes de que pudiese llover café

PONTEVEDRA

Hizo un receso de treinta minutos y, al seguir el diluvio, suspendió el bolo y salió a despedirse
20 jul 2025 . Actualizado a las 18:22 h.Con las manos juntitas en señal de plegaria y mirando al cielo estaban, a las 22.15 horas de este sábado 19 de julio, miles de personas en Sanxenxo. Eran las 15.000 almas que acudieron a ver Juan Luis Guerra y que rezaban para que la interrupción, en principio por media hora del concierto por culpa la lluvia no se convirtiese en una suspensión definitiva. No fue así, una confabulación de viento y agua obligaron a que el bolo se suspendiese definitivamente cuando el artista dominicano solo había tocado una media hora y aún no había llovido café, como estaba mandado. ¡Qué treinta minutos! Juan Luis, el señor Juan Luis, tuvo muy poco tiempo para demostrar qué es lo que hace en el escenario. Pero le sobró reloj. Oficio, oficio y oficio para lograr, con muchísimas menos luces de color y artificios que una orquesta de pueblo, poner a bailar a miles de personas. Es el señor de la bachata con todas las letras. El amo del merengue. Un hombre de bufanda azul y traje a juego con su orquesta (qué lujo de músicos) capaz de obrar un milagro: que en los tiempos en los que hasta Coldplay es más famoso por una cámara indiscreta que por su música a él le baile y le cante más gente de la que le apunta con el móvil. Eso es música, señor Juan Luis.
Hubo poco tiempo para disfrutarlo, como decía entre sollozos una bilbaína de veinte años que vino con su madre a propósito a Sanxenxo para ver el concierto. Pero valió la pena. Sonó Nadie como tú y el respetable cantó, efectivamente, como nadie canta. El público se fue al Niágara en bicicleta gozando fuerte y ya maldiciendo al cielo, que empezaba a escupir agua sin prisa pero sin pausa.
A los altavoces y al cableado se le había puesto una especie de plástico (en apariencia, no mucho más gordo que un film de cocina). El apaño no parecía muy resolutivo. Y así fue. Justo cuando el concierto llegaba a su solomillo, cuando ya había sonado Burbujas de amor y todo el mundo suspiraba por ser un pez, resulta que sí, que se armó la pecera.
Empezó a llover en serio sobre la villa turística, con el viento haciendo de las suyas al lado de la playa de Silgar, y Juan Luis Guerra dijo que paraba las máquinas treinta minutos para ver si escampaba.
No pudo ser. Juan Luis, quizás en tu República Dominicana la lluvia entienda de recreo y hasta llueva tu emblemático café. Más aquí del Padornelo, no hay tregua que valga. Se chove, que chova, decimos aquí.