La depresión de Rosario Porto se agrava al alejarla de la biblioteca de A Lama

ana barcala PONTEVEDRA / LA VOZ

A LAMA

XOÁN A. SOLER

Acompañada de una interna de confianza, cumple con la rutina impuesta en la enfermería

14 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Los días de Rosario Porto en la prisión de A Lama están marcados por la rígida rutina que se aplica a las dependencias de la enfermería, donde un ala de la segunda planta está reservada exclusivamente para mujeres. No más de ocho. Rosario Porto, al igual que su exmarido Alfonso Basterra, cumple una condena de 18 años de prisión por el asesinato de su hija adoptiva, Asunta Basterra, un crimen ocurrido en Santiago en septiembre de 2013.

En una zona en la que la vigilancia está reforzada, Porto cuenta además con una interna de apoyo encargada de vigilar cada uno de sus movimientos las 24 horas del día. Le aplicaron el plan de prevención de suicidios debido a una recaída anímica considerable, que coincide con la decisión de los responsables penitenciarios de privarla de su destino en la biblioteca de la prisión.

Hasta ese momento las horas de Rosario Porto transcurrían entre libros, lecturas, organización de los fondos e incluso la programación de alguna actividad cultural. Escribir le ayuda también a evadirse y distraerse. Su abogado, José Luis Gutiérrez Aranguren, está convencido de que la privación de este destino es la causa del nuevo brote depresivo. «La hundieron», afirma.

José Luis Gutiérrez, junto a su psiquiatra y su psicóloga, es de las pocas personas que visitan a Rosario Porto. Sostiene que nunca superó la depresión que la llevó a estar internada en la enfermería de A Lama durante más de un año cuando llegó a este centro procedente de Teixeiro, donde cumple condena su exmarido y padre de Asunta, quien también pasa buena parte de sus horas en la biblioteca del penal.

El estado de Rosario «está ahora agravado por el paso de los años y su absoluta falta de interés por vivir». Con todo Rosario Porto cumple con la rutina impuesta en la enfermería, donde las reclusas se levantan a las 8 de la mañana y desayunan, todas juntas, en una pequeña sala habilitada como comedor exclusivo para ellas. Comienza entonces un tiempo de ocio en el patio en el que Rosario Porto se relacionada, siempre acompañada de otra reclusa, con el resto de las internas. Pequeños paseos, conversaciones en las que adopta un papel de oyente, e incluso partidas de cartas forman parte de su día a día. Con una actitud apática, Rosario Porto deja que los días transcurran sin causar problemas. Atrás quedan los numerosos expedientes disciplinarios que acumuló durante su primera estancia en la prisión de Teixeiro, una época en la que no acataba la disciplina penitenciaria.

A la cárcel de A Lama llegó con ganas de defender su inocencia, de cuestionar todo el sistema judicial y de hacer valer su formación en Derecho. Pero esa aparente fortaleza pronto dejó paso a otro perfil con el que los profesionales de la prisión se han ido familiarizando en los últimos años. El de una mujer frágil, que se derrumba al hablar de su vida emocional y que ha perdido el interés por seguir viviendo. Ni la celebración de las eucaristías la motiva ya a arreglarse para acudir.

No es ella quien tiene interés en salir de la cárcel. Es su abogado quien se empeña en mantener el vínculo con ella y continuar luchando para conseguir un régimen de permisos al que cree que tiene derecho. «Solo quiero que le concedan lo que le corresponde por ley», asegura.