Jacobo Bergareche: «A una edad estás tan inmerso en la anestesia de la rutina que un día vas a la fiesta de los 30 años del colegio y ¡bum!»

A LAMA

«¿Cómo es el buen amor? Si lo supiera, montaría un consultorio», dice el autor que cuenta cómo son los días perfectos y odia el pensamiento positivo. Estos días visita Galicia con «Las despedidas», e irá a la cárcel armado de poesía
06 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Un día antes de su visita a A Coruña, comienzo de su fin de semana largo en Galicia, donde tiene raíces y amigos, Jacobo Bergareche (Londres, 1976) me cuenta que irá a la cárcel. La de A Lama. Armado de poesía. ¿Y eso? «Conocí a la directora de la cárcel en una cena con Juan Tallón, y a ella le gusta llevar a escritores a la cárcel para que hablen con los reclusos. Me pareció buena idea. En las cárceles se han escrito algunas de las mejores obras de la literatura», afirma el escritor de Los días perfectos y Las despedidas, que ha tenido este jueves un encuentro con lectores en la librería Moito Conto, de A Coruña. Con spoilers, ternura, humor burning man... y sin largas despedidas.
—Oscar Wilde, «De profundis». Grandes obras escritas en la cárcel...
—¡Hombre! San Juan de la Cruz, Cervantes... Es que todos los escritores soñamos con que nos encierren, en cierto modo, para escribir.
—¿Pero tú ya habías estado en prisión o esta es la primera vez?
—Yo he estado en la cárcel porque me arrestaron en Texas una vez, y he tenido pijama de rayas y foto de perfil. Estuve solo dos días, pero fue suficiente.
—¿Presentas esta novela, «Las despedidas», en A Lama ?
—Voy allí a recitar poemas. En realidad, la idea es que no les asuste la poesía, que se ve como una cosa o bien cursi o muy culta. Es una charla de iniciación, de perderle el miedo a la poesía y entender que es una gran herramienta para la vida.
—En «Las despedidas», tengo la impresión de entrar en casa de un pariente del protagonista de «Los días perfectos». ¿Hay parentesco entre las dos novelas?
—De hecho, salen los personajes de Los días perfectos. Paula, la mujer de Luis, es la que está llegando, después de separarse, a Menorca en Las despedidas.
—Y la historia de amor e infidelidad que vive Diego en «Las despedidas» se parece a la de Luis en «Los días perfectos»...
—Son historias emparentadas, de alguna manera. Es la misma crisis pero en personajes distintos.
—Es fácil reconocerse en ese cuadro de familia molida por la rutina, en la que un mero seco desata un conflicto a la mesa. Dices cómo puede ser, pero a la vez te reconoces. Empatizo con Claudia, aburrida e implacable, para Diego es todo mucho más fácil...
—Claudia es un ogro porque la vemos desde los ojos de Diego y él es un jeta. Diego es un tío que se lava las manos; mete en una fiesta a toda la gente del trabajo, pero la que se encarga de todo es Claudia.
—¿Llega un punto en que uno ve su vida en una expo de universos paralelos?
—Universos paralelos o «para lelos», jajajaja... ¡Universos paralelos para lelos! A partir de cierta edad, la vida ya es otra cosa, acordarse de cuando éramos universitarios, de cuando nos enamoramos y nos dejamos de enamorar, cuando fuimos delgados y luego gordos... Chateaubriand tiene una frase muy bonita en sus Memorias de ultratumba, que es «la tragedia del hombre es que no tiene una sola vida». Y una de esas vidas ya gastadas vuelve un día a generarnos angustia, anhelo. A veces, te encuentras de golpe con una de esas vidas pasadas. Estamos tan inmersos en la anestesia de la rutina que de repente un día vas a la fiesta de los 30 años del colegio y bum. Esas son fiestas especialmente peligrosas. Hay tentaciones, a veces sientes la tentación de volver a otros momentos. Muchas son tentaciones efímeras que duran cinco minutos, pero otros se quedan colgados... Conozco a gente muy colgada de recuerdos de hace 20 años.
—¿Inmadurez?
—Quizá es un refugio nostálgico, de algún momento en que has tenido algo que merecía la pena o era mejor de lo que tienes. La vida se vacía sentido de repente... Un día dices: «¿Qué hago yo en este trabajo? ¿Qué hago yo con la persona que duerme a mi lado?». Y buscas el sentido en otras épocas.
«Como dice Camus, lo triste no es haber perdido un amor, sino no haberlo tenido jamás. Ese amor te puede pillar a cualquier edad, te pilla... ¡y la lías!»
—¿Cómo es para ti escribir? ¿Escribir es más un velero al que subes inesperadamente y te dejas llevar o una casa antigua a la que vas a abrir cajones?
—Es como preguntarle a un tenista cómo saca, ¡que no le sale el saque! Yo tengo un destello, hay ideas que adquieren un magnetismo, que atraen a otras. Es como poner un imán al lado de una caja de tornillos y ¡papapapapá! Esta novela empezó con el suicidio del hermano de mi amigo Miguel antes de ser padre. Ese fue el imán.

—¿«Las despedidas deben ser cortas y las bienvenidas largas», como se dice en la novela?
—Totalmente. Hay que saber despedirse a la francesa o hacerlo rápido. Cuando se te muere alguien, aprender a decirle adiós es jodido. Es un aprendizaje por el que yo he pasado con mi hermano (Roque, asesinado en Angola).
«¿Cómo es el buen amor? Si lo supiera, montaría un consultorio y cobraría por ello, jajaja. Más bien, veo el mal amor, el tedio, el no estar en la pasión. La literatura, desde el romanticismo, el amor del que habla es el pasional, el físico, que nos altera y es más importante que comer. Ese es un amor no deja de ser una construcción cultural»
—En tus novelas hay un duelo a muerte entre amor y deseo, son como una pareja que se pisa al bailar. ¿Cómo es el buen amor, o el amor autodestruye?
—¿Cómo es el buen amor? Si lo supiera, montaría un consultorio y cobraría por ello, jajaja. Más bien, veo el mal amor, el tedio, el no estar en la pasión. La literatura, desde el romanticismo, el amor del que habla es el pasional, el físico, que nos altera y es más importante que comer. Ese es un amor no deja de ser una construcción cultural. Para los griegos, el buen amor es el de la amistad, un amor libre, promiscuo, sin celos... ¿El mejor amor? El de los amigos y el de los padres a los hijos, el único amor que no se gasta nunca. Y luego hay un cariño que se adquiere con el tiempo en las parejas...
—«Es una esclavitud muy grande estar amando locamente, como las Grecas», decías en otra entrevista. Vivir así...
—¡Es morir de amor!
—Pero no vivir eso tan intenso es...
—Como dice Camus, lo triste no es haber perdido un amor, sino no haberlo tenido jamás. Ese amor te puede pillar a cualquier edad, y te pilla... ¡y la lías!
—Hay un viaje emocionante en las canciones de esta novela. ¿Por qué es para ti tan importante la música?
—La música es un interruptor emocional, y en este libro el personaje está completamente desconectado de su pasado, de su mujer, de sí mismo. La música nos conecta con lugares, personas, con quiénes hemos sido. Y él en la novela vuelve a reconectar con la memoria que vive en la música y que tiene algo de nosotros. Escuchas esa canción y vuelves al verano del 93. Él viaja en esa máquina del tiempo. La gente que está desconectada de sus emociones no escucha música, porque la música te conecta. Pones música y estás alegre y aún te sientes más alegre, si estás triste pones música y sublima tu tristeza, la hace bella. También la poesía está muy vinculada a la emoción. La poesía ayuda en momentos críticos emocionales, es un círculo virtuoso.
—¿La poesía es lo contrario al pensamiento positivo, a ese "sonríe y serás feliz"?
—El pensamiento positivo es una cosa bastante repulsiva. Y la buena poesía es una afirmación de la vida con todo, con su dolor... Es una aceptación, es un abrazar la vida con sus pinchos, lo que te hace fuerte además. Y el pensamiento positivo es un biombo, una censura a cosas de la vida que no nos gustan... Hay ya mucha resistencia a esa estupidez del pensamiento positivo. No puedes ignorar la tristeza, enterrarla y pensar que ya no está.
—Distraerla está bien también...
—Sí, para eso se ha inventado el tequila y otras cosas maravillosas.
—Dice Tim en la novela algo maravilloso: «Me gusta lo que no sé entiende del todo». ¿Y a ti?
—Totalmente, lo suscribo. Lo que no es del todo comprensible es lo que más nos atrae, ¿no? Por lo menos a mí, hacer el esfuerzo de entender. En esa especie de oscuridad y neblina uno encuentra cosas. Ese es el terreno fértil de la literatura, aquello que uno no termina de entender, donde se desvanecen las certezas...
—¿Has aprendido a despedirte?
—Un poco, sí. Hay personas de las que uno no sabe despedirse y otras de las que ya sí. Es un aprendizaje constante en la vida, a menos que tengas tal callo en el corazón que nada te importa.
—¿Qué recuerdos tienes de la visita a Galicia del 2021?
—En Galicia hay una gran cultura lectora. Fue el primer sitio al que fui donde no conocía a nadie a hacer una presentación y ¡había gente! Mi abuelo Ramón Mendoza era de ascendencia gallega. Los genes los tengo...
—Dice Martínez de Pisón, leo, que la literatura corrige la vida.
—¡Martínez de Pisón me corrige él a mí!