Larga vida al bollo de Pascua con huevos asados: «Era o que as familias humildes lle regalaban aos afillados»

BARRO

Marisol y Jaime viven días de locos. De su negocio, la Panadería Daniel de Barro, salen cientos de roscas, pero también un postre de manteca que este año supervisará desde el cielo Antonia, su creadora, que falleció hace poco a los 109 años
17 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En la aldea de Valbón, en el municipio pontevedrés de Barro, en Semana Santa hay una familia que duerme alrededor de una hora y media cada noche. El resto del tiempo, a trabajar. Es la familia de la Panadería Daniel, especialistas todo el año en pan sabrosísimo y, llegadas estas fechas, en roscas y, sobre todo, en bollos tradicionales de Pascua. Se trata de un postre que no es dulce sino salado, que incluye pan con manteca y huevos asados y que bebe de una tradición que, según ellos tienen constatado, no se da en todos los puntos de Galicia, sino solo en algunas zonas, como el municipio pontevedrés donde ellos están o el vecino de Meis, donde tienen el récord mundial al confeccionar un bollo gigantesco en Pascua en el que emplean seis mil huevos. En Panadería Daniel no compiten en tamaño. Pero sí en piezas únicas, porque cada bollo se personaliza. Pero no vayamos tan rápido, que más allá del bollo está la historia de la panadería que lo hace.
Todo empezó en San Antoniño, en Barro. Ahí, hace bastantes décadas, un hombre llamado Daniel Castro abrió una panadería. Le puso su nombre, pero el negocio acabó conociéndose como la de Antonia, que era su mujer y que hace unos meses falleció con nada menos que 109 años de edad. Ellos confeccionaban pan, pero también bollos de Pascua tradicionales hechos con pan de manteca y huevos asados (con su cáscara correspondiente) estampados en medio de la masa.

Daniel y Antonia le pasaron el testigo a otro Daniel que, curiosamente, no era de su familia, sino un rapaz de Barro que había empezado a trabajar en el local siendo solo un niño y que con el tiempo se acabó quedando con la panadería. La tradición del bollo de Pascua siguió adelante y, hace 26 años, cuando la tercera generación tomó el mando, con Jaime (hijo de Daniel) y su mujer Marisol al frente, ellos recogieron intacto el testigo de ese postre salado que hace las delicias de los vecinos en la Semana Santa y que, como las roscas, se le regala a los ahijados.
Jaime y Marisol trasladaron hace 26 años la panadería desde San Antoniño a Valbón. Y ahí empezaron a cocer cada Semana Santa las roscas y bollos. En solo cuatro días de trabajo ininterrumpido —el domingo descansan—, se apañan para sacar del horno unas mil roscas y unos doscientos bollos de Pascua. A Marisol le hace especial ilusión que cada año tengan más adeptos la vianda tradicional, porque considera que es salvaguardar una costumbre muy propia de esta tierra, que ella cree que viene de cuando la única posibilidad en las casas más humildes para hacerle un regalo a los ahijados en Pascua era tirar de lo que había: «Manteiga, fariña e ovos das pitas», señala. Ella no conocía la tradición hasta que llegó a Barro porque es natural del interior de la provincia, de Rodeiro, y allí nunca había visto semejante cosa: «E como a min pásalle aos peregrinos, que ven os bolos cos ovos enriba e quedan alucinados», dice entre risas Marisol.

¿Qué lleva el famoso bollo de Pascua? Lo resume rápido esta mujer: «Masa con moita, moita manteiga de moi boa calidade e ovos. Pero non che son ovos calquera... sonche ovos da casa que non son cocidos, que son asados no forno e que teñen un sabor exquisito». Y ahí viene la curiosidad enorme de este postre. Cada persona que lo encarga lleva los huevos de sus propias gallinas a la panadería. Allí los guardan con papelitos encima con cada nombre y apellidos para que no se confundan. Según la cantidad que cada uno traiga del producto gallináceo, el bollo sale más grande o más pequeño. Los hay de 32 huevos pero también de tres, que son los que suelen llevarse para regalar a los ahijados pequeños.
Dice Marisol que estos días no puede ni pararse a pensar si está cansada o no. Y, a sus sesenta años, reivindica el oficio de la panadería que tan bien conoce y el género que sale de sus hornos de leña: «Temos moletes, barras, pan de manteiga e bola para comer o polbo nos furanchos. Nós temos de todo», sentencia.