Los cacos parranderos de una barriada de Marín que hacían fiesta donde robaban: «¡Menudos piezas!»

MARÍN

Dos chavales fueron detenidos por numerosos robos con fuerza. Se les arrestó en el barrio de San Pedro, donde uno de ellos tiene una casa en la que había decenas de objetos sustraídos. A sus vecinos no les sorprendió lo ocurrido
02 abr 2025 . Actualizado a las 19:22 h.Miércoles de sol de justicia en la barriada de San Pedro de Marín, un conjunto de viviendas de toda la vida que trufa pisos con décadas encima con casitas humildes de dos plantas, las típicas construcciones sociales de antaño, donde un Mercedes de alta gama aparcado en la puerta contrasta con una especie de chatarrería que un vecino tiene montada a pie de portal. En la calle no se mueve una hoja. Hay que esperar unos minutos hasta que entra en escena el único ser humano que ronda por ahí sobre las 11.00 horas de un día laborable. Es un jubilado del metal orgulloso de haber cotizado 49 años y poder disfrutar ahora de la vida de paseante de perro a tiempo completo. Él se ríe de medio lado en cuanto se le pregunta si se enteró de que hace unos días, el jueves 27 de abril, estuvo la Policía Nacional registrando una vivienda y arrestando a sus moradores. Luego, dice: «Aquí vienen a veces, bastantes veces». Prefiere no contar mucho más y seguir dando vueltas con su can. Pero, antes de irse, indica: «La policía venir vino, y estuvo un tiempo por ahí arriba, en uno de esos portales».
El hombre se refiere a las casitas de dos plantas. Efectivamente, la Policía Nacional registró una de ellas, una planta baja, después de tener que forzar la puerta para entrar porque su morador no aceptó de buen grado la visita policial ni quiso colaborar. Tanto a él como a otro muchacho se les acusa de varios robos con fuerza. Pero, según los investigadores, hay una curiosidad en ellos: resulta que además de sisar hacían fiesta y se lo bebían todo en algunas de las casas o bares a los que accedían, habitualmente ubicados en la zona rural. Eran por tanto, unos cacos «parranderos», adjetivo que le pone enseguida una vecina que estaba enterada de lo de los robos pero no de lo de las fiestas. En el barrio a nadie le ha sorprendido la detención porque anteriormente ya había venido la policía a esa casa.
¿Quién vive ahí? La historia la van componiendo los vecinos, aunque todo el mundo quiere preservar el anonimato porque «hay bastante miedo con todo lo que está pasando». Resulta que esa casita de planta baja, que tiene una ventana tapada con una tela haciendo de cristal y cuyos ventanales delatan un interior bastante revuelto, era de un matrimonio mayor muy querido en la barriada de San Pedro. Ambos murieron ya. En su casa empezó a vivir un joven. Y ahí, señalan los vecinos, empezaron los tejemanejes: «¡Menudos piezas! Tiene una comuna ahí montada, entran y salen chavales sin parar. En medio siglo en esta barriada nunca se vio semejante cosa, ni que viniese tanto la policía», se queja una persona que insiste en que no quiere identificarse porque tiene miedo.
La policía les requisó numerosos efectos que supuestamente habían sustraídos en los últimos meses, desde un kayak hasta máquinas cortacésped pasando por zapatillas de deporte, herramientas y aperos variados o piezas de coches. A los vecinos tampoco les sorprende que tuviesen ese arsenal de artilugios a los que, seguramente, intentaban darles salida en el mercado de segunda mano: «Todo puede ser. Ya plantaron fuego a la vivienda y además la policía no deja de rondar por ahí. Pero no se puede decir nada porque enseguida te la pueden montar», dice una mujer.
¿Dónde robaban? La Policía Nacional prefiere no precisar demasiado, pero sí indica que tanto en lugares marinenses como Pardavila como en casas de la zona costera de Portocelo y Mogor. A estos dos detenidos se les imputan seis robos con fuerza. Pero quizás fuesen más. O hubiese más cacos actuando a la vez de forma similar. Porque la realidad es que, en Pardavila, nada más preguntar, salen afectados por robos en los últimos meses hasta de debajo de las piedras. Dos de ellos son Beti y Santi, que regentan, a pie de la carretera que va a Moaña, un bar que lleva el mismo nombre que la localidad. Ellos cuentan que, recientemente, les entraron a robar dos veces en una semana. No saben si serían los dos individuos arrestados, aunque en su caso como sonó la alarma no pudieron hacer fiesta alguna dentro del bar: «Aquí deberon andar a toda pastilla», dicen. Se llevaron las calderillas que tienen acumuladas para pagar el pan, la recaudación de la ONCE y las monedas sueltas de la caja registradora. Golpearon la máquina de tabaco, pero no pudieron con ella. Beti, retranca pura, dice: «E isto non foi nada, segundo nos dixeron nun bar chegaron a roubar tanto a carne picada que tiñan como as gominolas. Quererían facer espaguetis», indica.
A pocos metros del bar, otra vecina de Pardavila, Lola, de 78 años, también está al tanto de que detuvieron a dos rapaces por robar. Ella también cavila si tendrán o no algo que ver con los que le dieron un buen susto hace solo unas semanas. Entonces, cuenta una historia rocambolesca: «Eu a verdade é que deixo a casa sempre aberta porque ando por aquí cerquiña. E un día chego e atopo na cociña a unha moza dentro. Ela pasara para dentro sen problema ningún. Pregunteille que como estaba alí e díxome que necesitaba auga que lles quedara o coche sen ela. Mirei pola ventá e vin que a estaba esperando un rapaz nunha furgoneta. Eu díxenlle que non lle daba nada e púxose moi enfadada. Deille un empurrón e boteina para fóra. Despois penseino e non debín actuar así, porque se cadra púidome dar ela un golpe e quedar no sitio». Con todo, no le robaron nada.
En Pardavila u otro lugar próximo Moreira todo el mundo sabe de alguien que sufrió robos estos meses. Ahora, después de que la Policía Nacional dijese que además de hurtar hacían fiestas en las casas en las que entraban, la meta es saber en cuál o cuales viviendas montaron la juerga. Ellos, los cacos parranderos, mientras tanto, están siendo investigados.