La boda en Ponte Caldelas de María y Moritz tras 16 años de novios que casi trunca Santa Lucía

PONTE CALDELAS

Esta pareja, que vive en Madrid, se casó este lunes en el municipio caldelano, el pueblo donde se conocieron una noche en la que él salió corriendo para ir de procesión
11 abr 2025 . Actualizado a las 13:47 h.Moritz y María van camino de Francia en coche. Atrás llevan a su hijo Martín y al perro de la familia. Conduce ella para ir a recoger una autocaravana que luego les lleve a pasar su luna de miel en la costa atlántica francesa. Si su viaje de novios con can y niño incluidos es singular, su boda, celebrada este lunes en Ponte Caldelas, aún lo fue más. Y su historia de amor, directamente, es de las que sacan sonrisas. Le pone voz Moritz, que demuestra que aunque él y María viven en Madrid ambos son gallegos y tienen su retranca intacta: «Nos conocimos hace 17 años en Ponte Caldelas y ahora nos casamos ahí... ¿algo precipitados, no?».
Todo empezó, efectivamente, en Ponte Caldelas, en un festival llamado LolaPop que se celebra en agosto. Corría el año 2008 y ambos, que ahora peinan los 47, eran unos chavales con muchas ganas de juerga. Tantas, que ni la granizada que cayó aquella noche les paró. Ella ya vivía entonces en Madrid, pero pasaba los veranos en el pueblo ourensano de Mouruás, en San Xoán de Río. Y él llegaba a la tierra caldelana a punto para la fiesta desde el municipio lucense de O Incio. Les presentaron amigos comunes y se gustaron. «Nos gustamos mucho», dicen.
La noche avanzó y el flechazo también. Al amanecer, Moritz tenía claro que quería algo con María. Pero también tenía una poderosa razón para salir corriendo: «Eran las fiestas en mi pueblo, en A Cervela, y yo siempre iba a la procesión a ayudar a llevar los santos. Tenía que llevar a Santa Lucía, no podía faltar», dice. Así que ni siquiera un amigo que había sido testigo del flechazo le convenció para quedarse.
Se fue a la misa y ahí quedó la cosa con María, que es psicóloga. Pero está claro que lo que tiene que ser será, así que ambos se preocuparon de buscar amigos comunes que los mantuviesen en contacto. Unos meses después él se fue a Madrid a verla y en el 2009 empezaron a salir juntos. Ahí se dieron cuenta de que en su historia todo parecían casualidades, como que hayan nacido en el mismo año y solo con diez horas de diferencia. Moritz se acabó trasladando a Madrid y ahí hicieron vida, aunque nunca dejaron de recalar por Galicia para ir de festival en festival: «Somos muy indies», señala Moritz.
En el 2018 su familia sumó a su miembro más especial: nació su hijo Martín. Pero, lejos de cortarle su vena festivalera, junto con él y su perro se convirtieron en The Penistons, en homenaje a una canción que les gusta. Tienen hasta cazadoras con las caras de los cuatro y ese nombre para llevar a los conciertos y les gusta tanto esa prenda que aunque María se había comprado un precioso vestido de Adolfo Domínguez para la boda se la acabó vistiendo por encima.
Pero no vayamos tan rápido. Hace un tiempo, tras ser padres, María y Moritz decidieron que quizás sería bueno formalizar su relación y convertirse en marido y mujer. Pensaron en qué sitio les gustaría casarse y ambos concluyeron que tenía que ser en Ponte Caldelas porque ahí se habían conocido y ahí tenían la mejor anécdota de su historia. Así que se pusieron manos a la obra, contactaron con el Concello y se quedaron encantados porque en lugar de una Administración toparon a unos auténticos maestros de ceremonia. Singulares como son, eligieron este lunes para darse el sí quiero y marcharse luego hacia Francia.
Aprovechando un alto en el camino, María coge el móvil y confiesa que aunque Santa Lucía casi trunca su amor, no le guarda rencor. De hecho, va todos los años a su procesión en el pueblo de Moritz. Él mete baza, tira de ironía y espeta: «Me ha ido mejor con María que con Santa Lucía, que es abogada de la vista pero a mí me han puesto gafas».
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El Concello hizo sonar la canción de la noche del flechazo y les dio un singular regalo
María y Moritz reconocen que están encantados con el trato que les dieron en Ponte Caldelas. Porque en el Concello debieron quedar, nunca mejor dicho, enamorados con su historia de amor. Y quisieron poner su grano de arena para que su boda fuese bien romántica. Así, aunque la ceremonia fue muy íntima —con la madre de María y los hermanos de ambos como únicos invitados—, en la casa consistorial sonó la misma canción que ellos escucharon la noche en la que tuvieron su flechazo: el Como yo te amo... pero no de Raphael sino de Niños Mutantes. Además, les regalaron dos cosas que para ellos son muy significativas: camisetas del Lolapop, el festival en el que se conocieron, y un cartel de aquel año, del 2008, en el que por culpa de la enorme granizada que cayó, apenas había podido sonar la música.
La ceremonia de boda se celebró, efectivamente, el lunes. Pero lo curioso es que la fiesta fue antes. Durante el fin de semana, Moritz y María reunieron en una casa de turismo de A Lama a un buen lote de amigos madrileños y allí estuvieron festejando que por fin iban a ser marido y mujer. Hasta hicieron una ceremonia simbólica. Luego, sus amigos se marcharon y ellos, solo con la familia, acudieron el lunes a la casa consistorial para darse el sí quiero. Y finalmente lo celebraron en el parador de Pontevedra.
Al preguntarles de dónde les viene tanto romanticismo, ellos dicen que no son románticos sino estrafalarios. Aunque Moritz quizás lleve eso de los detalles amorosos en las venas. Se llama así porque sus padres, emigrantes en Suiza, se casaron en St. Moritz. «Menos mal que no lo hicieron en Albacete», espeta él.