Una pontevedresa que vive en Lanzarote organizó una reunión de sombrereros de toda Galicia en la isla
13 dic 2016 . Actualizado a las 12:14 h.Se llama Cristina Vilas. Pero nadie la conoce ya por ese nombre. Para todos es Azu, o incluso Azufaifa... unos apodos que le vienen de cuando era jovencísima y salía de marcha por Pontevedra. Han pasado dos décadas desde entonces. Ella vive en Lanzarote, adonde se trasladó hace tiempo en busca de porvenir laboral. De Azu podría decirse que, en vez de ser un hombre a una nariz pegada, como escribió Quevedo sobre el apéndice nasal de Góngora, ella es una mujer a un sombrero pegada. Su historia está íntimamente ligada a la de este complemento, que diseña y confecciona. Sus criaturas artesanas y coloridas ya desfilaron por Cibeles. Y una de ellas, en la cabeza de una clienta de la alta sociedad, hasta entró en el palacio de Buckingham Palace inglés.
El día a día de Azu cambió con una boda. Pero, por raro que suene, no fue la suya. A principios del 2000, el que se casaba era su hermano. Ella ya vivía en Lanzarote, donde siempre trabajó en el gremio de la hotelería. El caso es que, aunque entonces todavía no era habitual que los ahora omnipresentes tocados y sombreros campasen a sus anchas en las ceremonias nupciales, Azu se puso manos a la obra y confeccionó unos para su madre, su hermana y para ella misma. Antes de diseñarlos y elaborarlos, incluso se fue a Madrid a hacer un curso. La experiencia salió bien. Y decidió que tenía que continuar explotando esa recién descubierta vía creativa suya.
«Me puse a formarme, hice distintos cursos para saber teñir, para elaborar todo tipo de tocados y sombreros... En fin, busqué el mejor apoyo que pude para empezar a hacer cosas», señala. Pronto le llegaron los primeros encargos. Nunca dijo no a nada. Ni a confeccionar tocados de alta costura; ni a hacer sombreros para los indianos de la Palma; ni a urdir complementos para bodas temáticas. Un día, surgió la oportunidad de que sus diseños se luciesen en uno de los mejores escaparates de la moda: la pasarela Cibeles. Se marchó a Madrid con sus confecciones. Pero tira de sinceridad y reconoce que no disfrutó demasiado de ese episodio: «Lo vi todo muy artificial, no me gustó la forma en la que se trataba a las niñas que desfilaban, eran simples perchas. No sé, no me vi en ese mundo», señala.
Con tocado por la isla
Volvió a la isla. Y volvió a hurgar en su creatividad. Se le ocurrió que había que darle un poco de glamur a un lugar «donde lo habitual es que, por el clima que tenemos, vayamos siempre en ropa cómoda y fresca, vamos, en chanclas y camiseta». Y decidió que el día de Santa Catalina, patrona de los sombreros y las solteronas, era el día perfecto para ello. Partió de cero. De cero euros, sobre todo. Pero logró convencer a la Administración de que le aportase la cartelería, buscó la manera de que le cediesen algunos espacios públicos... Y así fue naciendo la primera reunión de sombrereros de Lanzarote, que se celebró recientemente. Acudieron a la cita 25 artesanos, sobre todo gallegos y de zonas como el Bierzo. La cuestión es que Azu no les dejó quitarse el sombrero o el tocado mientras duraron los actos, que se prolongaron varios días. «La mejor publicidad somos nosotros mismos. Era increíble vernos a todos acudiendo a las ponencias o al tentempié y a las excursiones a todos con el correspondiente sombrero o tocado. Todavía no me creo que todo esto fuese posible», señala con emoción.
De todo lo que lograron llevar a cabo se queda en especial con dos cosas. Celebraron una gala en un lugar con un encanto especial, Jameos del Agua, el centro cultural ideado por el pintor y escultor César Manrique. Por otra parte, hubo una pasarela en la que sus diseños lucieron como nunca. Dado que salió todo a pedir de boca, ya está pensando en repetir la experiencia. Quiere que la celebración de Santa Catalina se convierta en un clásico.
Eso será el próximo año. Antes, toca visitar Pontevedra. «Volveré a casa por Navidad como el turrón», señala. Suele viajar a la ciudad varias veces al año. Pero en los últimos tiempos no tuvo vacaciones a cuenta de los sombreros. «Cada vez tengo más pedidos, sobre todo de gente que vive en la isla y se marcha fuera a eventos, como la clienta que lo llevó al Buckingham Palace porque le dieron un premio y fue a recogerlo». Eso sí, por ahora no se decide por dedicarse a tiempo total a la artesanía, lo sigue combinando con el sector hotelero. Tampoco se plantea venirse a Galicia. Lo que va bien, dice el refrán, ni se toca ni se cambia.