César Portela, Medalla de Oro de la Arquitectura: «Las casas para los gitanos del poblado de O Vao es el trabajo al que le tengo más cariño»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

César Portela, este viernes en su estudio de Pontevedra, tras conocer que recibirá la Medalla de Oro de la Arquitectura
César Portela, este viernes en su estudio de Pontevedra, tras conocer que recibirá la Medalla de Oro de la Arquitectura CAPOTILLO

El arquitecto de Pontevedra, de 86 años, sigue en activo con cuatro proyectos ente manos. El reconocimiento de sus compañeros de profesión alaba su trayectoria y su aportación a las nuevas generaciones

06 may 2023 . Actualizado a las 16:45 h.

César Portela (Pontevedra, 1937) supo que recibirá la Medalla de Oro de la Arquitectura trabajando en su estudio. Asegura que no podría estar en otro sitio porque, como decía su padre, «los que no valemos para otra cosa, «tenemos que trabajar hasta que nos muramos». El reconocimiento de sus compañeros de profesión a su trayectoria y su condición de referente para las nuevas generaciones le valieron para otorgarle un premio con el que no contaba, pero que le dará impulso para seguir soñando. Nunca ha dejado de hacerlo. Firmó proyectos en los cuatro continentes, pero es aquí en Pontevedra, donde está su inspiración.

—¿La Medalla de Oro es el reconocimiento más importante después del Premio Nacional de Arquitectura?

—Sí, yo creo que sí, cualquiera de los dos son importantes, pero este se refiere a toda la trayectoria. Y sirve para coger fuerzas.

—¿Por qué la jubilación no está en sus planes?

—¿De qué te vas a jubilar? Si estas haciendo un proyecto que te gusta, como es el caso, no me voy a retirar. Decía mi padre que los que no servimos para otra cosa tenemos que trabajar hasta que nos muramos.

—¿Y cuáles son esos proyectos que le ocupan ahora su tiempo?

—Estoy con un concurso que gané de la Consellería de Medio Rural, un escaparate de la Galicia rural con una escuela de graduados agrícolas y ganaderos, con el museo de la ciudad de Santander, un edificio termal en Lobios y la isla de san Simón y San Antón, que tiene unos intervenciones de mantenimiento.

—¿Cómo hace para mantener la motivación y la energía tras una vida de trabajo?

—Desayunó fuerte, como más tranquilo, cenó poco y después me tomo algún albariño de vez en cuando.

—¿Esta Medalla es un impulso más?

—Sin duda, pero cuando me enteré, lo primero que piensas es en los compañeros que la merecían tanto o más que yo, de los que siempre aprendes. Yo aprendí de los que eran mayores que yo, de los menores, de los alumnos, de la arquitectura desconocida que no tiene autor conocido y de la popular. Aprendes de todo.

—Y a sus 86 años, ¿de quién aprende César Portela hoy en día?

—Sigo aprendiendo de todo el mundo. A mí, cuando mis padres me pagaron la carrera de Arquitectura, soñaba con ser arquitecto, director de cine o viajero. Así que vivo aprendiendo siempre de todo porque en el mundo se dan respuesta arquitectónica de forma distinta en función de la cultural, del clima, de todo.

—Pero hay muchos que aprenden de usted.

—No sé si están perdiendo el tiempo, hay gente mucho más importante de quien hacerlo.

—Tiene la perspectiva que dan muchas décadas en la profesión, ¿la pandemia será un antes y un después en la arquitectura?

—No estoy seguro, pero aunque me moleste mucho decirlo, todos pensamos que después de la Primera Guerra Mundial no habría otra y hoy hay 40 guerras abiertas en el mundo. Los individuos somos olvidadizos.

—Hoy es el día para hacerlo, eche la vista atrás, ¿cuál de sus obras le representa, esa que reúne su esencia?

—Quizás ya no estén, pero las casas que hice para los gitanos en O Vao. No cobré un duro, le dediqué muchas horas, las hice con los usuarios y con el material que nos regaló el constructor Malvar de Pontevedra. Le tengo mucho aprecio porque las hicimos sin nada y eso demuestra que cuando haces algo con interés, lo consigues. Convivir con los usuarios y que ellos se construyeran sus casas me permitió conocerlos a fondo. Fue un trabajo en el que todos quedamos muy contentos.

—En los sueños de César Portela, ¿qué se ve construyendo?

—No lo sé, muchas cosas. Una obra depende de muchos factores, que el proyecto tenga interés, que los usuarios te motiven o que el sitio tenga unas condiciones especiales. Tanto es así, que a veces el proyecto que más te gusta es el que te dio mucho trabajo y por eso lo quieres más. Una obra es como un amigo, depende de muchos factores.

—¿Se ha avanzado en la lucha contra el feísmo?

—Queda muchísimo por hacer.

—Pero algo se habrá hecho ya.

—Creo que se puso mucho interés cuando se le llamó feísmo. No creo que la arquitectura a la que se le llamó feísmo sea solo fea, sino que es mala, no responde a criterios estético, ni éticos, ni nada. La buena arquitectura no depende solo de nosotros, depende de los constructores, trabajadores, carpinteros, usuarios y del sitio. Los arquitectos firmamos, pero hay muchos factores que condicionan un proyecto.

—¿No sé si el arquitecto nace o se hace?

—Creo que las dos cosas. A mí me gustaba acompañar a mi padre cuando era chaval, pero después di en Madrid y Barcelona con unos grandes profesores.

—Alguien como usted, que firma proyectos en todo el mundo, siempre mantuvo su estudio en Pontevedra. ¿No le sedujeron las grandes ciudades?

—A mí me gusta mucho viajar porque conoces otras formas de ser y de vivir, pero Pontevedra tiene una escala y una situación espléndida, me apeteció quedarme aquí. Conozco los cinco continentes y tuve obras en cuatro. Hay gente que trabaja en todo el mundo y abre estudios por ahí porque tienen mucha gente con ellos. A mí esa manera de hacer arquitectura no me gusta, pasas por los sitios casi sin enterarte y al final el trabajo lo hacen otros, tú solo pones el nombre. Yo soy de pisar la obra, de conocer a los usuarios y tratar a los trabajadores. Y si hace falta, tomarme un vaso de vino con el cantero cuando acaba la jornada. Si no haces eso, no te enteras de la vida. Cuando hice un edificio en Japón tuve que empaparme de ellos, de su forma de vivir, para entenderlos y dar soluciones arquitectónica.

—Después de trabajar en todo el mundo, ¿a qué edificio volvería siempre?

—Al Panteón de Roma, a las Pirámides de Egipto y al Empire State Building de Nueva York. Son edificios que te impactan, como resolvieron unos problemas con cariño e inteligencia.

—¿La empatía es una de las cualidades más importantes del arquitecto?

—Sin duda, no creo que pueda haber un buen arquitecto sin esa cualidad.

—¿Cómo celebrará la Medalla de Oro?

—Pues tomándome una botella de albariño.