Cacharros del pulpo, ese arte prohibido que goza de buena salud en la ría de Pontevedra

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Cacharros del pulpo en la playa de Pragueira, en Sanxenxo
Cacharros del pulpo en la playa de Pragueira, en Sanxenxo TINO PARDELLAS

«Se utilizan de manera ilegal, hay quien los compra en Portugal y los trae para aquí»

16 ene 2024 . Actualizado a las 13:05 h.

Las playas de la ría de Pontevedra, un invierno más, siguen recibiendo a cada temporal, y a veces sin siquiera haberlo, un reguero de cacharros del pulpo empujados por el mar a la orilla. Hasta aquí todo parecería normal, porque las olas traen a tierra muchas cosas, pero en este caso se trata de un arte prohibido en Galicia y que no se puede utilizar para la pesca.

Sin embargo, basta darse un recorrido por las playas a ambos lados de la ría para encontrarse los cacharros ilegales de forma individual o en grupos atados por cabos. Algunos están picados y rotos, huella evidente de que llevan mucho tiempo perdidos en el fondo marino, quizás años. Otros están como nuevos, como si los hubiesen quitado ayer de fábrica. El uso de la dinamita está erradicado y a nadie se le ocurre hoy pescar con rapeta —una red de arrastre desplegada por un bote y de cuyos extremos se tiraba hasta tierra a modo de bolsa—. Estas prácticas prohibidas eran demasiado visibles, pero el empleo de cacharros pasa más desapercibido y, por ese motivo, es aún más letal para el cefalópodo.

Los cacharros se pueden encontrar en todas partes y no solo en invierno. Se han colado en más de una fotografía de turistas mirando desde el paseo de Silgar a la playa sin que estos tengan la más remota idea de que tienen ante sí un arte prohibida.

Estos días de temporales se han localizado estos artilugios en playas como Silgar, Areas, Major, Montalvo y Pragueira, por citar un ejemplo. Se les puede ver en playas de Beluso o en los propios arenales urbanos de Bueu.

El patrón mayor de Sanxenxo, Sauro Martínez, explica: «Es un arte prohibido porque los usan las hembras del pulpo para el desove, porque entran dentro del cacharro para cobijarse y desovar». Si se quitan del mar estos aparatos, no solo se captura el ejemplar adulto, sino que también se pierde la puesta, porque muere y así se reduce el reclutamiento de juveniles de pulpo. Su impacto, si se dejase su empleo en la pesca, sería muy negativo para una especie que ha visto caer su volumen de capturas en la ría.

El dirigente del pósito sanxenxino asegura que los cacharros «aparecen en la ría porque se utilizan de manera ilegal, esa es la realidad, hay marineros que los compran en Portugal, los traen para Galicia y los utilizan».

Mientras que en el litoral gallego los cacharros del pulpo están prohibidos, en el país vecino son legales, razón por la que en el sector pesquero local también los conocen como cacharros portugueses. «En Portugal son legales», precisa y, cuando un barco luso entra en aguas españolas, por ejemplo, en A Guarda, los Gardacostas de Galicia intervienen y los retiran de la circulación.

La aparición de cacharros del pulpo en la desembocadura del Miño podría tener cierta excusa, pero no la tiene su hallazgo en la ría de Pontevedra o en la playa de A Lanzada. «Los que salen aquí son de gente, marineros gallegos que los utilizan de manera ilegal», resalta Sauro Martínez sin dudarlo.

En las actuaciones de los Gardacostas de Galicia hace años se realizaron incautaciones de estos cacharros en las Rías Baixas y, en algunos casos, se picaron y de devolvieron al fondo, ya incapaces de causar ningún daño al pulpo. De esos aún aparece alguno de vez en cuando, pero no siempre se trata de estos.

«Acabamos de subir uno a bordo hoy mismo [por ayer] que tienen agujeros y todo y que lleva años en el mar; pero los hay seminuevos que los pierden ahora cuando llegan estas fechas».

«Los esconden en el fondo del mar sin boyas, pero marcándolos con el GPS»

Artes de pesca legales como las nasas se echan en el mar atadas a un cabo con una boya en un extremo y así cada barco sabe cuáles son las suyas y dónde están cuando regresan al lugar para recogerlas. En el caso de los cacharros no se puede seguir el mismo sistema, porque las boyas los delatarían. A diferencia también de las nasas, que tienen un número de registro incorporado que las identifica con un barco, los cacharros son anónimos. Si no se descubre al infractor con ellas en la mano, no se puede demostrar quién fue.

Martínez precisa que las personas que utilizan este artilugio ilegal se valen de las nuevas tecnologías para burlar la Ley: «Los esconden en el fondo sin boyas, pero marcan el sitio con el GPS, cuando vuelven le tiran un hierro, como una especie de ancla que arrastran por el fondo del mar, y en cinco minutos, como el GPS es muy preciso, se enganchan y los suben».