El ERTE de la ría de Pontevedra

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

Cien días de lluvias consumieron la salinidad en los bancos marisqueros en Os Praceres y en Poio y obligan a un paro por «causa de fuerza mayor»

22 ene 2024 . Actualizado a las 11:25 h.

En esta semana que concluye las asambleas de las agrupaciones de mariscadoras y de las cofradías de pescadores del fondo de la ría de Pontevedra acordaron paralizar toda actividad extractiva durante tres meses, plazo que podría llegar a medio año de parón forzoso en el caso del marisqueo a flote.

La decisión era inevitable debido a la mortandad de almeja, berberecho y ostra desde que en octubre se abrieron los cielos y ha caído «la mundial» durante los tres meses y medio transcurridos. Y el carrusel de borrascas que aún nos queden por llegar, serán nuevos clavos en la cruz para el sector.

Por tanto se viene una especie de ERTE de la ría, una suerte de regulación de empleo temporal. Como con el covid, en este caso por otra «pandemia», derivada del inexcusable cambio climático, que obliga a cerrar por causa de fuerza mayor y a parar a cerca de 600 profesionales que se ganan la vida con el marisqueo en las concesiones de los pósitos de San Telmo y Lourizán, de Pontevedra, y San Gregorio, de Raxó. En el total de Galicia, se estima que son 7.000 mariscadores afectados.

Una manga de agua dulce

La razón de la mortandad elevadísima del recurso marisquero no es otra que la drástica reducción de la salinidad en las aguas del fondo de la ría a causa de las cuantiosas y recurrentes lluvias que registramos. Los informes de MeteoGalicia y del Intecmar, entre otras voces científicas autorizadas, acreditan que el aporte de miles de litros de agua dulce acarreados por ríos como el Lérez, a causa de las intensísimas precipitaciones, ha matado a cientos de miles de moluscos bivalvos. Hay datos tan contundentes como esclarecedores. Los registros de lluvia recogidos en las estaciones meteorológicas de Forcarei, Rebordelo (Cerdedo-Cotobade) y Monte Castrove (Poio), documentan la magnitud de tantos adversos meteorológicos. Entre 2.000 y 3.000 litros de lluvia, de agua dulce por metro cuadrado, que han sido medidos en cada una de esas tres estaciones. Una manga gigantesca que se ha precipitado hasta el fondo de la ría de Pontevedra a través de escorrentías, arroyos, ríos y demás cauces.

Los análisis efectuados por los especialistas del Instituto Tecnolóxico do Mar comprobaron que el descenso de salinidad del agua en las Rías Baixas, tanto en superficie como en fondos marinos, tiene como consecuencia que berberechos, almejas y ostras cerraban sus valvas. Pero al cabo de tres días seguidos, si el nivel de sal era cada vez más bajo, la mortandad de los moluscos crecía y al cabo de una semana era tan severa como la que ha terminado por ocurrir.

La dimensión económica de este desastre fue recientemente apreciada por la lonja de Campelo en un informe demoledor que señalaba que en el fondo de la ría de Pontevedra ha muerto el 98 % del berberecho, más del 60 % de la almeja japónica; casi la mitad de la babosa y el 35 % de la fina. En cuanto a la ostra, tanto la plana autóctona como la rizada, han desaparecido. Como consecuencia, las subastas de moluscos en la lonja de Campelo se desplomaron y las pérdidas se cifran en torno al millón y medio de euros, según las estimaciones más prudentes.

Ayudas y política

La coincidencia de esta crisis marisquera coincide con la campaña de las elecciones autonómicas y el bullicio en torno al vertido de pélets de plástico procedentes del Toconao. No resulta el escenario más propicio.

Las cofradías de Pontevedra y Poio como los restantes pósitos de las rías afectadas esperan que tanto Gobierno central como Xunta de Galicia se entiendan y habiliten diferentes líneas de ayuda, tanto económicas como administrativas. La principal petición que ya canaliza la Consellería de Mar y debe presentar ante el consejo de ministros que preside Pedro Sánchez es que se declare «zona catastrófica» a las rías afectadas por esta mortandad masiva. Si ambos gobiernos se ponen de acuerdo sería el itinerario más sencillo para acceder a los fondos económicos que permitan a los profesionales afectados subsistir mientras crece el marisco y alcanza la talla necesaria para su extracción y comercialización. Un primer horizonte se ha fijado en la ría de Pontevedra en el 15 de abril para el marisqueo a pie y en junio para la modalidad a flote. Pero probablemente haya que prolongar el paro unas semanas más, al menos en el primer caso.

Si la opción «zona catastrófica» no prosperase, las cofradías de la ría pontevedresa aguardan que al menos el Gobierno, a través del Instituto Social de la Marina (ISM), no les complique la vida con trámites farragosos y les permita compatibilizar las tareas de resiembra y cuidado de los bancos marisqueros mientras están en esta especie de ERTE forzoso. Y en paralelo, esperan que la Xunta haga efectivo a partir de febrero el pago de las ayudas extraordinarias de 550 euros mensuales por mariscadora que, si se combinase con una exención temporal de cuotas de la Seguridad Social, les daría un poco más de oxígeno. Aún resta otra derivada del asunto en clave de futuro: recuperar la imagen del sector y retener el interés de los clientes por el producto local, al tiempo que la Xunta deberá extremar la vigilancia para que no se venda por gallega, almeja portuguesa y berberecho escocés que ahora ocupan el espacio dejado por este parón forzoso. Nos jugamos la marca.