En la última función de Teatro, los personajes se niegan a desaparecer. Sus mecanismos de creación nunca funcionan a la fuerza. Están perdidos y serán olvidados. Vagan por el escenario, flotan en la nada. Buscan tocar tierra firme. Y en un segundo dejan de sentir ese vértigo. Encuentran un anclaje, en una frase, en un gesto. En su propia voz. El atrezzo milimetrado.
En las cajas redondas se guardan los sombreros. En las cajas cuadradas los pañuelos, las corbatas y los gemelos. El sillón verde, el perchero, la mesa con el jarrón y la rosa. Los libros y la lámpara. Todo envuelto en suave tela negra para hacer un fondo de luz tenue. Entra en la escena una mujer. Sus pasos se reafirman con el sonido de sus tacones. Lleva un abrigo morado. Y un vestido negro, largo. Y gafas. Se detiene. Observa la escena. No puede adoptar la forma narrativa adecuada. Hay un olor cosmético. Como de jabón de lavar la ropa, o de suavizante, mezclado con el aroma de productos de aseo personal. Un sumatorio de capas de fragancias superpuestas. Se quita el abrigo. Extiende sus brazos y desaparece como una trapecista con alas de mariposa.
Loli Viñas López. 63 anos. A Coruña.