Nadie sonríe como los que se despiertan en la playa. La sombrilla hace su trabajo después de tanto sol y agua. Tras la tortilla de patatas, la siesta a pierna suelta. El eterno retorno del canto de las caracolas. Al despertar, cuesta bastante recoger y abandonar la arena. El sol en el horizonte te ancla en la arena. Pero es llegar a casa y recordar que las llaves están debajo del felpudo de la entrada. Y levantarlo. Entonces, las olas que una ha escuchado mientras dormía provocan visiones: debajo de ese felpudo una ve peces voladores, mantas raya, al mismísimo Aquaman nadando en las profundidades. Y si una zambulle la cabeza en el suelo frío y marmolado de la portería, vuelve a salir al otro lado: justo en la playa que antes se ha abandonado. Es avanzar unos pasos y entrar al mar, acariciar con los pies desnudos estrellas de mar, calamares gigantes, crustáceos con cara de fuego. Al caminar se dibujan corales. Entonces, tanta fantasía borra el cuerpo y una es ola, transporte de agua y sueño. Canto de ballena. Moby Dick. Banco de atunes. Y nadie sonríe como los que se despiertan en la playa. La sombrilla hace su trabajo después de tanto sol y agua. Tras la tortilla de patatas, la siesta a pierna suelta. Y el eterno retorno del canto de las caracolas.
Iván Humanes Bespín. 46 anos. Cornellá.