Amalia camina con dificultad por la playa. A su edad, le cuesta andar por la arena grumosa. Pero es «suya»,no dejaría de ir. Al llegar donde siempre, el muro, tira todo en el suelo, cansada. Se sienta en la silla y sigue su rutina: sombrilla, se mira en el espejo de bolsillo y toca el collar de corazón con su inicial inscrita, A.
Acomodándose, mira los earpods que le regalaron sus nietos: se niega a usarlos. Las modernidades no van con ella. Tras un rato dormitando, abre los ojos y observa a una pareja. Están salpicándose en el mar. Sonríe.
La chica lleva un bañador rojo precioso. Eso le hace recordar que hace tiempo que no se pone el suyo. Tal vez ya era mucho para su edad. Se recuesta y escucha sus risas de fondo.
Al día siguiente, Amalia vuelve a la playa. El muro, su silla. Cuando se mira al espejo se ve favorecida: sin duda el rojo era su color. Toca su corazón «A» y se recuesta, pero vuelve a escucharles. Juegan con las piedras. ¡Miguel, tramposo! Se tiran al agua. Ella comienza a cantar. Miguel, nombre bonito, piensa Amalia.
Verlos era saborear la juventud, libertad. Cierra los ojos y suenan los tarareos de la chica. Entonces, abre solo uno de ellos y mira hacia su bolso, pensativa.
Nuevo día. Sin duda, esto es todo un invento. Los earpods son como una radio en la cabeza. Mientras baja a la playa no puede evitar pensar si les verá, ilusionada. Muro, silla, collar «A». Abre los ojos cada cinco minutos, pero no vienen. No le gusta ir al mar, la destempla, pero lo hace, inquieta. Nota el agua fría, pero agradable. No recordaba esa sensación. Inhala y… aparecen ellos corriendo. Una extraña felicidad la invade.
Trata de escuchar lo que dicen, pero susurran mientras nadan. Me van a llamar vieja del visillo. Da un paso más, le cubre por las rodillas. La arena juega entre sus pies. Entonces, viene una ola y la moja entera. Se enfada, echa agua y se sacude, pero luego, comienza a reírse a carcajadas. ¡Qué ridícula! Se marcha a su silla todavía riéndose. Mira un momento hacia atrás: la pareja sigue nadando, cada vez más lejos.
Día nuevo: bañador rojo, earpods, energía. Entonces, al coger el camino a la playa, Amalia se choca con una persona precipitadamente. Cuando levanta la vista la ve, es la chica. Detrás, él.
— Disculpa — dicen a la vez. Se la ve preciosa, joven. Sonríen. Cuando él llega le da la mano y se marchan.
Entonces, Amalia observa que a la chica se le cayó algo cuando chocaron: un collar con forma de corazón.
Lo gira y puede ver en él algo inscrito: una inicial, A.
Ania Ferreira Longueira. 22 anos. Vigo.