La plaza

Santiago Trillo Couto

RELATOS DE VERÁN

26 ago 2023 . Actualizado a las 13:35 h.

Fue el lugar de encuentro de infinidad de generaciones. Testigo mudo de innumerables confidencias, declaraciones de amor, conversaciones de mayor o menor trascendencia; el discurrir de la vida cotidiana giraba en torno a ella. El domingo por la mañana el mercado con sus puestos saturaba todo su espacio y atraía multitud de gente, al atardecer grupos de todas las edades, pandillas, paseaban o se sentaban en los bancos de madera o piedra intercalados entre los árboles que presidían la plaza. Al anochecer el cine adquiría su protagonismo con unas piezas musicales aprovechadas por las parejas de novios para bailar antes de entrar. Al finalizar la sesión reproducíamos el argumento de la película con mayor o menor acierto, las manos eran pistolas implacables y cualquier palo se transformaba en una espada contundente, del resto se encargaba la imaginación.

El quiosco con sus sabores, olores, historias y aventuras nos surtía de chicles, helados, pipas, cromos de futbolistas, El Capitán Trueno, Hazañas Bélicas, colmando así nuestros apetitos e inquietudes infantiles.

Eran tiempos de juegos, cánticos infantiles, fútbol a todas horas y en cualquier sitio, sobre todo en el campo de Vallecas, con muchas piedras, amplias ausencias de césped y elevaciones en la zona colindante con el Instituto. Los postes eran dos piedras, la verticalidad de los postes y la altura de la horizontalidad del larguero difería según la visión de cada equipo, resolviéndose muchas veces con discusiones, a veces con insultos y en una ocasión hubo que recurrir a la batalla campal para poner las cosas en su sitio.

Las fiestas patronales acogían multitud de vecinos, veraneantes, emigrantes. La plaza se llenaba de nostalgia, ausencias, encuentros, recuerdos, anécdotas, creando una amalgama en clara sintonía con la música. En las verbenas siempre finalizábamos debajo del palco, tonteando con infinidad de cables eléctricos que por allí había. Nuestra actitud temeraria era más bien fruto del desconocimiento que de una absurda valentía. Éramos niños, nada podía pasarnos, las desgracias eran cosas de mayores.

Santiago Trillo Couto. 65 anos. Cee.