Hoy era un día como otro cualquiera de verano. Al despertar, me levanté de la cama y abrí un poco la persiana para saber si hoy el tiempo nos sorprendería, pero no fue así. ¡Hacía un día radiante! El sol brillaba, los grillos cantaban, los pájaros volaban de un lado a otro. Salí de la cama corriendo para cambiarme e ir al jardín. Miré el reloj: eran las 09:00, toda mi familia dormía aún. Me dirigí a la puerta principal con mis viejos pantalones vaqueros y mi camiseta roja.
Al salir al jardín se respiraba aire fresco y una brisa cálida rozaba mi piel. A unos cuantos metros, posada contra el muro, estaba mi gran tesoro pidiéndome de rodillas que me montara en ella. Mi bicicleta relucía bajo el sol de la mañana. Sabía que no debía salir de casa sin el permiso de mis padres, pero finalmente me pudo la tentación y decidí ir a dar una vuelta. Volvería de mi paseo en bici antes de que despertasen y nadie se enteraría de mis aventuras.
Estaba disfrutando al máximo de mi paseo cuando en el medio del estrecho camino de tierra vi una especie de pergamino amarillento. Lo cogí. Le quité la cuerda que lo rodea y empece a leer: “Piedras, hojas y flores por el camino, tu pensamiento será el destino”.
Tardé un buen rato en descifrar aquellas letras. Mi primera impresión fue que todo aquello era una broma pesada, pero después pensé que no perdería nada por intentarlo. Agarré muy fuerte el papel y lo puse contra mi pecho. Deseé con todas mis fuerzas algo de pintura para la bicicleta, para la que tanto tiempo tuve que ahorrar. Abrí lentamente los ojos y en mis manos había un gran bote de pintura azul. No creía lo que veían mis ojos: «¡Aquel pergamino era mágico!». Pensé en la de cosas que se podrían hacer con el, «¡se podría descubrir las curas de enfermedades incurables y otras muchas cosas!», aunque también pensé en lo peligroso que podría ser si caía en las manos equivocadas. Sabía lo peligrosa que podía ser la avaricia. Si me quedaba con el, sería un gesto egoísta por mi parte y podría ser peligroso.
Decidí dejarlo donde lo había encontrado y que fuera dueño de las piedras, hojas y flores que había por el camino, pensando que algún día el destino encontraría a otro pensamiento.
Candela González Guillín. 10 anos. Santa Comba